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Resiliencia o resistencia
Es inevitable ocultar que todos esos episodios ayudaron a sembrar en algunos corazones de la sociedad odios y amarguras que siguen haciendo parte del diario vivir nacional.
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Jueves, 28 de Agosto de 2025

Desde la época de la conquista, pasando por etapas como la creación de la república, el desarrollo de los pueblos, la guerra de los 1.000 días entre liberales y conservadores, y varios episodios de guerras civiles que se vivieron en este país que ha vivido de violencia en violencia, familias enteras quedaron marcadas por el dolor y el destierro.

Es inevitable ocultar que todos esos episodios ayudaron a sembrar en algunos corazones de la sociedad odios y amarguras que siguen haciendo parte del diario vivir nacional.

La intención de hoy no es comparar acciones o pensamientos de derecha o izquierda, antes, por el contrario, lo que menos se quiere es darle importancia a alguno de esos pensamientos. Lo que se pretende es exaltar la resiliencia y la resistencia del pueblo colombiano, que, a pesar de todo, ha construido un país próspero y que aprendió a renacer de las cenizas de la violencia para mostrar su valentía y ganas de salir adelante.

En la Colombia moderna los actos de terror se siguen dando tanto en el campo como en los centros urbanos, estallan bombas, hay víctimas, se destruyen inmuebles, se genera zozobra; pero inmediatamente se activa la solidaridad de la gente en recoger escombros, limpiar el horror y mitigar el estruendo brindando una tenue sonrisa llena de esperanza a esa familia que quizás lo ha perdido todo; esas acciones de vecinos e inclusive de desconocidos han llevado a reconstruir ciudades y pueblos muchas veces.

La sociedad solo implora que esto algún día se detenga, que diferentes maneras de pensar se puedan sentar solo a recordar el horror, pero con la firme convicción de no repetición, y si se generan nuevamente actos de violencia sean ellos, los de diferentes vertientes, los que salgan a recoger escombros e impulsar el renacer de los pueblos.

La construcción de una nueva sociedad debe arrancar desde casa, condición difícil de cumplir cuando hoy existen miles de hogares disfuncionales, donde no hay comunicación ni respeto y mucho menos verdaderos valores de cara al entorno comunitario. Hoy día muchos niños crecen en abandono, inclusive estando bajo el mismo techo y con su “familia” a su lado, porque desde su inicio de vida son aislados o se aíslan para vivir individualmente su historia. En algunos hogares la crianza de los niños está marcada por el refugio en redes sociales, pero en otras zonas de Colombia el refugio está en las calles expuestos a todo tipo de delitos y siendo presa fácil para aquellos que utilizan menores de edad para delinquir.

Se debe aplaudir de pie a aquellos padres que aún conservan ese estilo educativo donde el respeto, el diálogo y la humildad hacen parte de la construcción de un carácter en la nueva sociedad. Nos tropezamos muchas veces con mensajes que hablan de que las épocas pasadas eran mejores o quizás la manera de vivir y forjar a una persona estaba más ligada a las vivencias del hogar; eso puede ser verdad, pero en alguna parte de esas etapas se cometieron errores que se enquistaron en corazones que hoy están llenos de odios y resentimientos.

No se puede seguir siendo agricultor de odios, porque en eso se ha convertido la polarización del país e inclusive del mundo entero; mensajes van y otros vienen cargados de miserias y señalamientos. Hay que dar el primer paso como nos enseñó el papa Francisco, así como tenemos la resiliencia y la resistencia para soportar tantos embates, esas mismas ganas de reconstruir y limpiar escombros debemos usarlas para proyectar las generaciones a un progreso sostenido sin violencia.

Hace un tiempo le escuché decir a alguien: “En el papel cabe todo”. Así mismo, podrá decir alguna persona que lea este artículo, inclusive si yo fuese lector hasta lo pensaría, pero las buenas intenciones de pocos o muchos no pueden quedar en un simple pensar o en un escrito; deben sí o sí trasladarse a la vida diaria con políticas de Estado que vayan desde actuar en la educación sin sembrar odios hasta llegar a algunas esferas que dominan aspectos económicos y sociales en el país, quienes deben comprometerse a dar un vuelco total a la generación de resentimientos y odios.

Por último, cada uno de nosotros debe pensar qué estamos sembrando, y si ese fruto hará parte de ese grupo de agricultores generadores de violencia, o si esa semilla estará llena de aspectos que ayudan y ayudarán a construir una generación consciente. La destrucción o construcción del país, hoy y siempre, estará ligada a esa siembra.


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