“La verdadera democracia es aquella que permite a los pueblos de forma rápida y sin violencia, deshacerse de los malos gobernantes”, Karl Popper.
Qué bueno fuera, como decía don Nicolás Colmenares, que en las escuelas de Derecho de la ciudad y en la ESAP, en sus cátedras de Teoría del Estado, o de Ciencia Política o en la de teoría de las organizaciones públicas, se impusiera como tema de actualidad, el estudio y la especulación relativa al cambio de sistema político en Colombia y en América Latina del presidencial al parlamentario.
Sí, porque es un hecho notorio su fracaso. Alguna vez Arturo Valenzuela, asesor y consejero del expresidente Clinton en el National Security Council lo dijo sin ambages: “hay un desencanto general, además, hay crisis de representatividad. El sistema presidencial en América Latina está herido por el multipartidismo y cuando hubo bipartidismo el presidencialismo los fragmentó. Los presidentes no tienen mayorías en el congreso”. Afirmación que es como una fotografía política de Colombia.
Otra vez, el expresidente López MIchelssen que fue buen amigo del primer ministro inglés Harold Wilson, se reunieron recién elegidos, con una diferencia de semanas y al mencionarle la mayoría con la cual podía contar en el Congreso colombiano, Wilson le replicó: no lo envidio presidente, “es más fácil gobernar con dos o tres colegas de mayoría, que con treinta, cuarenta o cincuenta”. Obviamente es esa la ventaja del régimen parlamentario, en el cual nadie se atreve a poner en peligro individualmente a su partido, con un voto que puede provocar la caída del gobierno.
Y es que la historia de la democracia se remonta es a los primeros ejercicios de representatividad en la cultura occidental, con el aporte la carta magna en la Inglaterra de Juan sin Tierra en 1215, antecedida del Magnum Concilium, el refinamiento de la revolución gloriosa en la Inglaterra de 1688, hasta el fortalecimiento del bipartidismo inglés en 1721 y la institución del gobierno de gabinete y la oposición y la aparición del cargo del Primer Ministro con responsabilidad política que inauguró Robert Peel.
Sí, es muy bueno que la gente joven comience a debatir todas estas ideas, pues se trata de definir su propio futuro, haciendo el cambio.
Discutir, además, el fracaso del sistema mixto, que en algunos países que han intentado hacer esos injertos, en donde no cabe el agua y el aceite. En donde a pesar de tener mayores grados de cultura jurídica, cultural y política, han tolerado esas mezclas, que a veces llama cohabitación, hasta llegar al “dañado y punible ayuntamiento”. ¿No es ese el caso de la Francia de Emmanuel Macrón del Movimiento “en marcha” y Edouard Philipe del partido Republicano?
Por lo demás, un jefe de gobierno que goce de gran apoyo popular y parlamentario puede mantenerse por el voto por largos periodos y realizar sus políticas de largo plazo y espantamos la intimidante palabreja de la reelección, que históricamente ha causado tanto daño.
La universidades regionales, deben entrar como en recientes tiempos en el debate de los temas importantes de la política del país, y alejarse al máximo de la politiquería, renovar sus programas y darles la pertinencia regional que es vital para nuestra soluciones. Confiemos en los profesores de Teoría del Estado, de la Ciencia Política y de la Gerencia Pública de la ESAP-Cúcuta.