He colocado ese título a este escrito porque quiero dejar claro que ni soy, ni pretendo ser, dirigente del mismo, ni tengo intereses político-electorales, ni estoy interesado en que se me reconozca como activista. Soy solamente un analista y como tal es que opino. Dicho esto quiero compartir mis reflexiones con ustedes.
No hay duda de la validez de las razones para realizar esta movilización social, que se hizo, también debemos reconocerlo, por la convocatoria del Comité Nacional del Paro, más allá de que no necesariamente el que ellos hubieran sido los convocantes signifique que representan a todos los manifestantes. En realidad y desde hace mucho tiempo, las organizaciones sindicales mantienen una cierta capacidad de convocatoria a la movilización social, pero quienes más se movilizan son los jóvenes –en el pasado reciente predominantemente estudiantes de secundaria y universitarios, en esta ocasión, muchos jóvenes de sectores populares, sin estudio y sin trabajo, los llamados ‘ni ni’-; igualmente hay que destacar que la pandemia de la COVID-19 agravó la situación socioeconómica de los sectores sociales populares volviéndola aún más crítica y esto se reflejó en la movilización social. También hay que decir que la Minga indígena tiene sus propias dinámicas e intencionalidades y si bien actúa solidariamente frente a otras ex
presiones de movilización social, no significa que sus demandas se vayan a subordinar a las de otros sectores sociales.
Lo anterior generó una lógica de movilización social con una gran expresión local-regional y sustentada en los jóvenes, que claramente no reconocían, en su gran mayoría, una representación en el Comité Nacional del Paro –tenían o tienen sus propias lógicas de movilización, liderazgos y objetivos propios y que variaban en los diversos espacios regionales-. Por ello la idea de negociaciones multinivel –transescalar las denominan otros-, en lo nacional con el Comité Nacional del Paro y a nivel local con liderazgos regionales juveniles, como lo hizo el Alcalde de Cali y otros mandatarios en el Suroccidente colombiano.
La movilización social obtuvo unas ‘victorias tempranas’ –algunas no claramente buscadas, pero que se le pueden abonar-, el retiro del proyecto de reforma tributaria, la renuncia del ministro de Hacienda, el hundimiento del proyecto de reforma a la salud y el retiro de la Canciller. Esto estimuló la formación de tendencias políticas al interior del movimiento –porque claro que toda movilización social siempre tiene intencionalidades políticas-, una propensa a establecer una ‘mesa de negociación’ con el gobierno, otra más interesada en dilatar el movimiento sin establecer espacios de concertación suponiendo que por esa vía podría debilitarse al gobierno y una tercera, con un poco más de ilusión, que suponía que el movimiento podría llegar a hacer colapsar al gobierno y llegar a lo que algunos podrían soñar como una especie de escenario ‘pre-revolucionario’. En realidad esto terminó debilitando al movimiento social.
Ahora bien, la experiencia muestra que una movilización social que se prolonga en el tiempo, tiende a un proceso de debilitamiento, especialmente por una mezcla de fatiga de sus bases, ausencia de claridad acerca de los puntos de llegada, eficacia de las respuestas represivas y no valorar adecuadamente las ‘victorias tempranas’ que podría darle un derrotero claro a la movilización social.
Todo indica que el gobierno, que ha pagado un alto costo político –nacional e internacional- de debilitamiento, sin embargo logró a su vez, con su doble estrategia, represiva de un lado y dilatoria de cualquier negociación y sin dar espacio y apoyo a las negociaciones locales de los alcaldes y otros actores, dispersar buena parte de la movilización social y debilitar al Comité Nacional del Paro como vocero principal de la movilización social.