Hay que reflexionar sobre nuestra realidad considerando que Colombia es una nación con muchas cualidades, pero inmersa en unas condiciones difíciles que no se pueden superar sino con grandes esfuerzos colectivos. Hacemos parte de la lista de países menos desarrollados del mundo a pesar de contar con recursos naturales abundantes.
Al comparar algunas cifras caemos en cuenta de nuestra penuria. Veamos: El Presupuesto Nacional para el 2021 es de 314 billones de pesos que, convertido a dólares a una tasa de $3.700 pesos por dólar, nos da una cifra de OCHENTA Y CINCO MIL MILLONES DE DÓLARES. Con este dinero, el Gobierno tiene que atender todas las necesidades de salud, educación, obras públicas, vivienda, seguridad etc. para una población de 50 millones de habitantes. Y, además, pagar las cuotas de la deuda pública externa que es de 77.000 millones de dólares.
Si comparamos esta cantidad con algunas fortunas privadas – ni siquiera comparo la riqueza de países – podemos dimensionar la precariedad de nuestros recursos disponibles. Según la Revista Forbes, el señor Jeff Bezos, dueño de la empresa Amazon, posee un patrimonio neto de CIENTO OCHENTA Y DOS MIL SEICIENTOS millones de dólares, superando en unos 72.200 millones el de Bill Gates, la segunda persona más rica del planeta que posee un patrimonio de 110.400 millones.
La totalidad de las reservas internacionales de Colombia, que son los depósitos en moneda extranjera controlados por el Banco de la República, es apenas de 53.000 millones de dólares. Su función es contribuir a la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional mediante la compensación de la balanza de pagos, es decir, las diferencias entre los ingresos y egresos de divisas del país.
Es imposible pretender que las desigualdades de nuestra pobre sociedad se puedan remediar inmediatamente con tan escasos recursos. No obstante, los gobiernos colombianos han avanzado razonablemente en las coberturas de salud, educación, vivienda y subsidios, principalmente.
Lo incomprensible es que se esté destruyendo el país con consignas demagógicas, y se ofrezca resolver las necesidades de la población milagrosamente, sin esfuerzo, sin ahorro, sin trabajo. Es fácil prometer arreglarlo sólo para adueñarse del poder, aunque luego no se cumpla nada de lo ofrecido.
La destrucción de las instituciones; la politización de la justicia; la violencia de los terroristas; la apología del delito; los ataques a la policía; el odio adueñado de la política; la corrupción generalizada, en fin, la ausencia de amor patrio y la indiferencia de muchos, no será lo que nos permita darle un rumbo progresista a Colombia.
¿Qué nos está pasando? ¿Por qué se ha generalizado la agresiva conducta de destruir los bienes públicos, saquear los bienes de la gente trabajadora, en fin, arrasar al país? Combinar la violencia de los grupos terroristas con la barbarie de los inconformes es el camino más directo para llevar a Colombia a la ruina total. ¿Es lo que quieren algunos políticos? El verdadero progreso de un país solamente se consigue con el trabajo y el patriotismo de sus ciudadanos de bien, y no con ideologías engañosas.
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