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Que el miedo cambie de bando
No podemos, bajo ninguna circunstancia, permitir que el miedo gane esta batalla.
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Lunes, 18 de Agosto de 2025

Esta semana, el miedo y el dolor nos golpeó de nuevo. Lo sentí en la voz de mis amigos, gente honesta y preparada que ha dedicado su vida al servicio público. Dos de ellos, que pensaban lanzarse a las próximas elecciones, me han confesado que ya no lo harán. Uno, padre de dos hijos, fue contundente: "Mucho miedo". La otra, conmovida hasta las lágrimas, me confesó una duda que la consume: "¿Vale la pena?".

Siento una rabia inmensa, una tristeza profunda. Y mi respuesta es una sola: un NO rotundo.  No podemos, bajo ninguna circunstancia, permitir que el miedo gane esta batalla. Este es, precisamente, el objetivo de quienes asesinan, de los que siembran el terror, de los que buscan destruir nuestra democracia. Quieren que nos callemos, que nos paralicemos, que renunciemos a la participación. Saben que, si el miedo se impone en los corazones de los ciudadanos honestos, ellos habrán ganado la guerra sin dar un solo tiro. Y eso, como colombianos que amamos esta tierra, no podemos permitirlo jamás.

No es la primera vez que nos sucede. Hemos cedido el terreno de la vida pública, agotados por la frustración ante la deshonestidad y por el dinero sucio que contamina las campañas. Y ahora, además, por el terror. El resultado es trágico: hemos dejado que los corruptos y los violentos tomen el control de lo que es de todos. Hoy, más que nunca, Colombia necesita que la gente honesta, trabajadora y valiente dé un paso al frente y asuma el liderazgo en el Congreso.

Este Congreso que elegiremos será el más importante de nuestra historia reciente. En sus curules no solo se decidirá el rumbo del país, sino que se librará una pelea crucial por defender nuestras instituciones y libertades. Quien cree que la presidencia lo es todo se equivoca de plano. Sin un Congreso serio, con carácter y con un verdadero control político, ningún presidente podrá llevar a buen puerto sus planes de gobierno. Por el contrario, con una mayoría irresponsable y sumisa, cualquier gobierno puede repetir los mismos errores que hoy nos tienen al borde del abismo.

Por eso, a mis dos amigos —y a todos los que hoy dudan si vale la pena el riesgo— les digo con el corazón en la mano: los necesitamos adentro. El país no puede darse el lujo de perder a quienes tienen tanto que aportar. La mejor manera de honrar a Miguel no es rindiéndonos, sino ocupando esos espacios con decencia, rigor y valentía. La respuesta al terror no es el silencio ni la pasividad; es la participación valiente.

Y a quienes no aspiran a un cargo, les pido algo igual de grande, igual de vital: hagan política desde donde están. Hablen con sus colegas, informen a sus familias, ayuden a vigilar las mesas de votación, acompañen a candidatos serios, donen su tiempo, compartan información verificada, exijan debates con argumentos. La democracia no es un show que podamos ver desde la comodidad del sofá; es un deber colectivo que, si abandonamos, caerá en manos de quienes quieren acabarla.

Sí, la herida que nos deja la muerte de Miguel es profunda y el dolor es inmenso. Sí, tomará tiempo sanar. Pero si queremos que su sacrificio no haya sido en vano, devolvámosle sentido a su lucha: recuperemos el país. Arreglemos lo que no funciona con sensatez, con consensos y construyendo sobre lo construido. Necesitamos un presidente y, sobre todo, un Congreso que trabajen para todos, sin sembrar divisiones ni avivar odios.

A mis amigos: no se rindan. A los buenos que dudan: den el paso. A los ciudadanos: participemos. Que el miedo cambie de bando.


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