Un alto funcionario de la Alcaldía de Bogotá, tal vez recogiendo el sentir de varios de sus compañeros, le señalaba a un amigo que para atender la crisis de la COVID-19 cualquier medida que se adoptara iba a ser considerada como mala. Es que ante un desastre tan inesperado todo es nuevo y genera dudas.
Por eso resulta, por lo menos, desconsiderado atacar de manera implacable a los gobernantes a quienes les tocó afrontar la pandemia que ha puesto al mundo entero en serias dificultades. Pero, es más censurable que políticos y periodistas aprovechen este momento para sacar réditos politiqueros de la tragedia que vivimos.
Numerosos personajes critican al Gobierno Nacional por todo. Alguno dice que el presidente Duque no tiene contención y que está gobernando antidemocráticamente. Otros afirman que las acciones para controlar la epidemia se han tomado tardíamente. En noticieros radiales se asegura que se están gastando innecesariamente recursos empleados en informar y orientar a los ciudadanos. Hay quienes aseguran que las normas dictadas para reiniciar las actividades económicas son inconvenientes, etc.
En el manejo económico de la crisis unos sostienen que el gobierno debe endeudarse al máximo para atacar este gran problema, y otros, que el Presidente va a dejar enormemente endeudado al país. Como dijo el funcionario de la alcaldía bogotana, cualquier decisión va a ser mala.
Como el presidente ha subido considerablemente en las encuestas que miden la favorabilidad de su gestión, columnistas hostiles lo critican porque los sondeos no reflejan la realidad. Pero cuando eran adversas esas mediciones sí tenían un valor muy importante. Es decir, por cualquier flanco hay razones para atacarlo.
Algunos críticos han descubierto que en Colombia hay comunidades que carecen de agua potable y de obras de saneamiento ambiental, y acusan al gobierno de incapacidad por no solucionar esas falencias en este momento cuando se necesitan para contener la expansión de la COVID-19. También han comprobado que existen altos niveles de desempleo y de pobreza que deben erradicarse inmediatamente para superar la crisis de salud y la falta de alimentos que agudizó la epidemia. ¡Válgame Dios!
Y, ahora que se está legislando para poner en marcha el aparato productivo del país con incentivos al empleo y al desempeño empresarial, hay opiniones en todos los sentidos para objetar las acciones gubernamentales.
Hay un caso incomprensible en cuanto al estímulo a varios renglones cruciales de la economía nacional: Es el de AVIANCA. No comprendo por qué hay tan acerbas críticas a la posibilidad de que se apoye a esta empresa que ha estado presente en el desarrollo de Colombia desde hace 100 años. Hay miles de colombianos que tienen su trabajo en esta aerolínea; el transporte de pasajeros y de carga nacionales depende en una alta proporción de sus servicios, y el aporte a nuestra economía en consumos e impuestos es considerable. Ahora bien, el hecho de que su composición accionaria haya cambiado, precisamente en busca de un fortalecimiento financiero, no puede entenderse como una “traición” a Colombia, ni como si la empresa ya no tuviera una gran importancia nacional.
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