La explotación minera ha sido el sustento durante siglos de muchos pueblos en el mundo, generando ingresos económicos a comunidades y naciones enteras y que se usan para su desarrollo. En este escrito no entraré a cuestionar el buen uso o no, ya que es función de los organismos de control del Estado, pero sí los revisaré costos sociales que implica la reconversión financiera si no se tienen alternativas de ingresos sostenibles en el tiempo, especialmente en regiones donde su desarrollo se basa mayormente en las regalías que genera esta actividad.
Es importante recordar que el impacto ambiental en nuestro planeta ha sido causado por acciones del ser humano desde inicios de la civilización; algunos dirán que es exageración, pero desde las diferentes etapas del desarrollo humano ha habido un costo ambiental, que en sus inicios fue insignificante, pero que posteriormente, por la ambición y la sed de poder, llegó a límites como los de hoy, que generan preocupación en cuanto a la sostenibilidad de la vida en el planeta.
Recordemos que el hombre ha pasado por “eras” que beneficiaron al desarrollo de la humanidad y marcaron su evolución: el fuego, el cobre, el hierro, el oro. Todas esas etapas le mostraron al hombre caminos para mejorar su forma de vida, pero también le enseñaron cómo obtener poder ante otros asentamientos humanos.
Los profundos cambios económicos, tecnológicos y sociales se iniciaron hace varios siglos en Europa y América del Norte, donde la transición se dio desde una economía basada en la producción del campo hasta llegar a una generación industrializada de los ingresos de los pueblos. Todo traspasó fronteras y llegó a rincones del mundo para imponer el nuevo método del desarrollo.
En nuestro entorno local no se puede desconocer el impacto ambiental que ha podido causar la explotación de recursos naturales al ecosistema, pero tampoco podemos olvidar que esa actividad en el país genera hoy aproximadamente 400 mil empleos directos y más de un millón de empleos indirectos, que se traducen en estabilidad de millones de hogares. Iniciar el desmonte de esas actividades debe ir acompañado de alternativas laborales para esas familias e, inclusive, opciones de financiación para los entes territoriales que sustentan programas que van desde alimentación escolar, agua potable, cultura, ciencia y tecnología, hasta grandes obras de infraestructura.
Buscar alternativas a esas regiones o pueblos enteros es una obligación estatal, ya que se acostumbraron a vivir de la minería, aun sabiendo que en ocasiones era nociva para su salud; el proceso debe ir acompañado de acciones educativas que impacten hasta la manera de pensar de las comunidades, que sólo conciben tener su ingreso a través de esta modalidad. Muchas familias en Colombia educaron y educan hoy a sus hijos mediante becas y auxilios educativos que otorgan las empresas encargadas de explotar las riquezas de la madre tierra.
Cuando describimos todo lo anterior es necesario hacer un alto en el camino, donde, partiendo de la realidad del impacto ambiental que generan esas actividades, no se puede llevar al cierre total la explotación si no existen verdaderas acciones que reemplacen el sustento de la gente y todos los programas que hoy se financian con esa actividad.
La contaminación del ecosistema mundial es una realidad que nadie puede negar, pero los planes de contención deben ser integrales, abarcando todas las naciones que generan los residuos tóxicos. Una sola nación en esta gesta tiene un valor moral que poco impactará si las otras no toman conciencia de la situación, y de eso último, “conciencia”, pocos tienen a la hora de colocar en una balanza los beneficios económicos y el bienestar del planeta.
La reconversión es viable; generar ingresos similares o superiores, podríamos decir que también, pero mientras las condiciones no estén dadas en el país, sólo llevaremos a la quiebra no solo a las empresas mineras, sino también a miles de hogares cuyo único sustento es depender de la minería de una u otra manera.
La invitación es a tomar decisiones que contengan verdaderas soluciones de cambio. Alternativas pueden existir muchas, pero su puesta en marcha tiene barreras que impiden su desarrollo inmediato, y es ahí donde radica gran parte del problema. La generación de nuevos y diferentes empleos no espera; la continuidad de las acciones del Estado que dependen de esos ingresos, mucho menos. Por eso se hace más que necesario que cada medida que se tome impacte positivamente en el interés general de la población.
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