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Ostracismo
A más de 2.500 años de diferencia, las cosas  han cambiado.
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Lunes, 4 de Julio de 2022

En la antigua Grecia (500 años antes de la era común A.C.), haciendo honor a su valioso aporte a la humanidad como inspiradora de la democracia, existían maneras de permitirle al pueblo raso manifestarse con el fin de compartir, gobierno y gobernados, los destinos de la nación.  

De esa manera, se le pedía al pueblo su opinión para permitir o rechazar  sus mandatarios. Era lo que se hacía con fragmentos de cerámica (el papel o papiro no estaban muy a la mano) donde los “votantes” rayaban manifestando su opinión. Eran pedazos parecidos en su forma a las ostras.  

Cuando el congreso de la época (muy serio y consecuente con el pueblo) decidía que algún miembro de la élite gobernante no merecía su dignidad, se ponía su nombre a consideración de los gobernados. La mayoría de las conchas decidía el destino del dignatario: el destierro. 

A más de 2.500 años de diferencia, las cosas  han cambiado;  hoy ya no solo existe el papel; también los medios electrónicos. Y las trampas. También en la Grecia de entonces sometían a los tramposos a la votación con fragmentos de cerámica.  

El fragante aroma de la depuración política que empezamos a sentir, se percibe en el ambiente. Van quedando atrás los pestilentes efluvios que van dejando dignatarios y esbirros que han manejado a su antojo y con intereses egoístas los destinos de la nación.

El resultado no es otro que decenios de guerra fratricida, desplazamientos internos peores que las guerras que se libran en otras latitudes y desarraigo y pobreza de millones de compatriotas que vagan sin rumbo y que duermen arropados con los harapos que les dejan el olvido y el abandono de gobiernos insensibles en sucesiva procesión de descarada impunidad. 

Hoy, esa inmensa y arrolladora ola de inconformidad ha movilizado la voluntad del verdadero cambio. Gracias a las redes sociales y al discurso frentero y ya sin maquillajes, se ha podido visualizar la llegada de algo diferente y esperanzador: un nuevo país. La opción ganadora del Pacto Histórico por lo menos deja a un lado las herencias familiares y políticas que tienen hipotecado el país. 

¿Qué hacer con los que ya tuvieron la oportunidad y no la aprovecharon? ¿Qué hacer con quienes en lugar de aportar, dividen y restan? Someterlos al escrutinio en fragmentos de cerámica y desterrarlos. Algunos ya lo han entendido y evitando hacer más daño se encuentran ya en su merecido ostracismo.

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