El Hospital Erasmo Meoz ocupa un lugar muy especial en mi corazón por obvias razones. El motivo fundamental de la vida política de Jorge Cristo fue la promoción de un nuevo hospital para la ciudad, ya que el San Juan de Dios se había quedado pequeño frente al crecimiento de la Cúcuta próspera y pujante de los años 70s del siglo pasado. Como Secretario de Salud y gerente de la sociedad promotora del nuevo hospital, su obsesión fue dotar a la ciudad de un centro médico de alto nivel, modelo a nivel nacional. Muchos cuestionaron en aquella época que se trataba de una obra sobredimensionada. Con el paso de los años se comprendió la necesidad de un hospital de esa envergadura y finalmente se inauguró en la presidencia de Virgilio Barco. La vida política de Jorge Cristo, no se entendería sin el Erasmo Meoz. Fue su gran legado al departamento.
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Esa es la principal razón por la que he estado pendiente a lo largo de mi vida pública de la suerte del hospital, que en estos más de 30 años de funcionamiento ha tenido buenos y malos momentos. Ahora que arranca en el Congreso la discusión de una nueva reforma a la salud, el estado de la red pública hospitalaria y su manejo será uno de los grandes temas del debate. En los primeros años de este siglo el hospital tuvo una crisis severa por la pésima administración y su politización. Se provocó así un déficit en sus finanzas y la privatización inconveniente de sus servicios rentables, que fue un pésimo negocio para beneficiar a unos particulares. Tras una desastrosa década para la salud de los nortesantandereanos, en el 2012 se actuó con responsabilidad en la designación del director, previa consulta al cuerpo médico. Con la nueva gerencia y el acompañamiento del gobierno nacional, se recuperó la confianza de todos los actores del sector. Fueron 8 años de una administración con mano dura, austeridad, gestión de
recursos y apretón fuerte del cinturón, con lo que se logró sanear la institución.
Lamentablemente ese camino se perdió en los últimos años y regresaron las mismas prácticas, inevitables cuando se toma la equivocada decisión de entregar el hospital a un determinado grupo como botín político, sin contar con la opinión de trabajadores, cuerpo médico y pacientes. De nuevo se comienzan a escuchar preocupaciones por la situación financiera y la prestación de servicios, la transparencia en la destinación de los recursos que ingresan, la baja facturación y el crecimiento desmedido de la nómina burocrática. La última visita de la Superintendencia de Salud encontró 29 hallazgos, con serias advertencias que ojalá sean atendidas por la administración para evitar un nuevo colapso, similar al de hace una década. Es importante comprender por qué los giros directos de ADRES cayeron de un poco más de 20.000 millones en el 2021 a menos de 2000 el año pasado. ¿Cuál es la explicación al crecimiento de más del 50% en la contratación indirecta de personal en los últimos dos años? ¿Por qué la mayoría de los recursos girados por el gobierno nacional para la atención a migrantes venezolanos se utilizan en infraestructura administrativa y no a la asistencial que es prioritaria?
Nuevamente, como hace 10 años, se escuchan preocupaciones por la forma como se maneja el hospital y la ausencia de criterios científicos y técnicos para tomar decisiones. Ojalá el gobernador revise con diligencia y cuidado lo que allí sucede y garantice la aplicación de correctivos que contribuyan a prevenir una crisis, precisamente en momentos en que se inician los debates de la reforma a salud. Además, con el crecimiento esperado de los próximos años del área metropolitana de Cúcuta, se requiere un hospital público eficiente, transparente, fortalecido y con la capacidad de ampliar su oferta de servicios para atender la demanda creciente de la comunidad. El Erasmo Meoz es un símbolo de la ciudad que nos debe preocupar a todos. El control ciudadano y social es esencial para garantizar su buen funcionamiento.
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