Entonces Dios creó el mes de diciembre, y de inmediato comenzó la rumba. Y el desorden. Las mujeres salieron corriendo a los almacenes en busca de ropita para estrenar el 7, el 24 y el 31. Los muchachitos corrieron a escribirle a papá Noel con los encargos de juguetes.
Y los hombres apuraron a equiparse de buena música y trago y pólvora. Diciembre sin pólvora, sin trago y sin buena música, no es diciembre, dijeron. Y se formó el despelote.
Así que Dios se arrepintió de haber creado este mes tan guapachoso, pero ya no podía echarse para atrás. Dios es Dios. Y la palabra de Dios es sagrada.
Para enmendar en parte la metida de pata, creó las luces de colores. Y ordenó que diciembre se llenara de muchas luces y de muchos colores para alegrar el ambiente y para iluminar calles y corazones.
Todo perfecto, hasta que el hombre metió las manos en el asunto, y otra vez vino la embarrada.
Dios creó la luz del sol, de la luna, de las estrellas y la luz del día, y creó el azul del cielo y del glorioso partido conservador (cuando era glorioso y era partido), y el verde de las montañas y el amarillo de los pollitos y el rojo y negro de la garra motilona (ahora sin garra).
Dios hizo todo eso para todos, sin distingos y sin costo alguno.
Pero el hombre empezó a cobrar por los colores y por la luz. Unos se adueñaron de los colores y nació Pintuco, y otros se adueñaron de la luz, y nació Centrales Eléctricas. Así como otros se adueñaron del agua y la venden. Pero ese es otro cuento para otra columna.
Mas la orden estaba dada: Había que llenar diciembre de luces y de colores. El único problema es que a la gente la plata no le alcanza para comprar ropita, juguetes, trago, pólvora y música, y encima, pagar las luces de colores.
Ante esta situación, a Centrales Eléctricas de Norte de Santander (que ahora no es de Norte de Santander sino de paisas), se le iluminó el bombillito: Hay que colaborar con las luces de diciembre.
En un gesto digno de imitar por otras empresas, Centrales convocó a todos los municipios del departamento (excepto Cúcuta) y a los del sur del Cesar, para que presentaran proyectos de alumbrado navideño, en un concurso en el que se escogerían cinco ganadores y a estos se les obsequiará el alumbrado, conforme a su proyecto.
Participó la mayoría de municipios, con proyectos bonitos y novedosos. El Zulia quería llenar sus calles de rampuches iluminados. Pamplonita se inspiró en la música y propuso tiples y guitarras que iluminaran. Teorama mostró la sabrosura de su piña. Aguachica propuso morrocoyes de luz. Y así, todos. Cada municipio destapó sus riquezas culturales y sus productos, a la espera de ablandar a los jurados.
Pero, obvio, no había cama para tanta gente. Sólo cinco municipios fueron los premiados, y a ellos se les obsequiará durante diciembre y algunos días de enero su iluminación. Ingenieros, ejecutivos, operarios, obreros, diseñadores, unos de corbata y otros de casco y overol, cuadrillas enteras, están ya trabajando para darle a cada municipio ganador las luces y colores que proyectaron.
Este año, por cuenta del tanque, tendrán iluminación gigante y hermosa, Bucarasica, Cáchira, Hacarí, Pamplonita y Pelaya (Cesar). Bien por Centrales Eléctricas de Norte de Santander (Grupo Epm) que se metió la mano al dril para alegrar la nochebuena de algunos pueblos.
Este año serán sólo cinco, pero algo es algo. Seguramente año tras año irá aumentando el número de ganadores, hasta que llegue el día en que Centrales iluminará, gratinianamente, las navidades de todo el departamento. Le apuesto a que Centrales hará eso y mucho más por estas regiones. Para que no digan que Centrales Eléctricas en lo único que no falla es en la cobradera de los recibos.