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Columnistas
Los organismos internacionales
Causa frustración contemplar a los líderes de hoy en la tarea de debilitar los organismos internacionales, cuando su deber está en trabajar por su fortalecimiento. 

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Viernes, 8 de Agosto de 2025

En medio de las polarizaciones que vive el mundo, con la presencia de un liderazgo centrado en intereses particulares o ideológicos, vemos con preocupación que el papel de los organismos internacionales se ha resquebrajado, sobre todo cuando se anuncian desvinculaciones en importantes sectores, lo que lleva a que el objetivo de trabajar por un orden global se resquebraje.

Puede ser que esas entidades multinacionales no hayan cumplido con un papel sobresaliente, pero sus contribuciones han sido muy claras en muchos sectores, como la ONU, con sus diversos organismos, que gracias a su presencia es posible trabajar en regulación de normas y en fijación de políticas acorde con las circunstancias del mundo y de su evolución.

Lo mismo se diría de la OEA, pero ahí está cumpliendo un papel que, si no es de adopción de medidas contundentes, porque no tiene los poderes suficientes para hacerlo, sí constituye un foro autorizado y una voz que es necesario oír en cualquier circunstancia difícil que atraviese el Continente.

Los otros organismos, en el caso de la región de América, han sido maltratados y mal orientados, lo que los hace hoy casi inexistentes, como el Mercosur, la Comunidad Andina y otros, pues algunos presidentes han querido convertirlos en foros de su propio discurso, lo que los aleja de su misión y los coloca al borde de la desaparición.

La comunidad global, y también la regional, requieren de escenarios que trabajen permanentemente por sus preocupaciones y que contribuyan en el diseño de políticas favorables para la vida de las naciones y de sus habitantes.

También como instrumentos de cooperación y de facilitadores de procesos en donde se identifiquen beneficios y se trabaje por una verdadera integración, pues la condición de humanidad, nos exige que evolucionismos hacia una solidaridad en donde se faciliten caminos para los más débiles y se inste a los más poderosos para moderar sus ambiciones y para tener en cuenta el equilibrio que el mundo exige.

Causa frustración contemplar a los líderes de hoy en la tarea de debilitar los organismos internacionales, cuando su deber está en trabajar por su fortalecimiento. 

El verdadero líder es el que piensa más allá de sus narices y coloca sus objetivos en instrumentos que permitan favorecer el conjunto y no solo su parcela.

En medio de guerras, de corrientes ideológicas perturbadoras y de individualismos perversos, nos debe preocupar que la comunidad internacional esté cada vez más frágil y sea menos influyente.

El resultado será desfavorecer a los más débiles, multiplicar los enfrentamientos, acrecentar las víctimas y patentar las injusticias. El mundo requiere de líderes con grandeza, que entiendan su misión y que tengan claridad en sus compromisos; es decir, que sean responsables con las exigencias de la realidad del mundo.


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