Me han hecho llegar un informe de lo que significa el programa de recuperación del espacio público, por parte del alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, y lo hallo del mayor interés: el concepto construido significa poner en marcha un plan de asistencia permanente para los lugares más emblemáticos y aquellos más concurridos, para que recuperen su cara, para que se vuelvan amables, para que inviten al esparcimiento, la recreación y también para que exalten su componente cultural.
El programa va más allá de una campaña cívica y comprende, en primer término, la limpieza de los lugares, la recuperación de sus fachadas; la complementación de los espacios con áreas verdes y amoblamiento urbano; la atención a los habitantes de la calle y la vigilancia para evitar a los indeseables, es decir, a quienes pretenden convertir los sitios públicos en oportunidades para delinquir o para asediar e incomodar a los ciudadanos.
Lo que persigue el plan, además de estas acciones, es lograr unos “acuerdos de ciudad” en donde se propicien unos espacios que involucren a las autoridades y también a los ciudadanos, y entre todos, decidir qué se va a hacer, y cómo se va a conservar lo hecho.
Lo que comúnmente ocurre en todas las ciudades es que a veces llega un alcalde con ímpetus de transformar la cara de su ciudad y hace inversiones que renuevan la estética, pero se olvidan inmediatamente de lo que hicieron y nadie vuelve a mantener los espacios recuperados, hasta que sucumben en el abandono. Y, por otro lado, no involucran a las comunidades beneficiarias, y éstas se limitan a disfrutar durante un corto tiempo esas inversiones y enseguida a verlas desaparecer en medio del abuso de los usuarios y del abandono e indiferencia de las autoridades.
Los parques, y en general los espacios públicos, no se pueden convertir en los resumideros de las decepciones, sino en los lugares para generar alternativas y desarrollar el sano esparcimiento de la población.
El espacio público requiere de permanente mantenimiento y también del compromiso ciudadano, que esté en capacidad de apreciar lo que tiene, y de defenderlo con ahínco como un bien público vinculado íntimamente a su vida diaria.
Las grandes ciudades en el mundo tienen los parques y sitios públicos como sus grandes referentes y con orgullo los defienden, porque hacen parte de su vida, de su bienestar, de su sentimiento generador de proyección y, además, tienen claro que ellos resultan ser un factor vinculante a su existencia. Los alcaldes de hoy deben tener claro que la conservación del espacio público constituye una de sus principales obligaciones ante la comunidad que los eligió.