La cobarde amenaza de muerte que recibió la directora de La Opinión, Estefanía Colmenares, es otro signo de la violencia que se ha ido apoderando de la sociedad colombiana en sus diversos estamentos.
Pero, éste, tiene la gravedad de querer acallar la voz de quien denuncia las acciones delictivas de actores políticos y sus cómplices agazapados en los empleos oficiales y en negocios privados.
Si lo que se busca es amedrentar a la sociedad que tiene que esforzarse por sobrevivir, el resultado fue, precisamente, el contrario: la ciudadanía en general rechazó este acto criminal y ha rodeado solidariamente a la doctora Colmenares y al periódico que tanto le ha servido a la región y al país.
No son tiempos fáciles para el ejercicio del periodismo en Colombia. En varias regiones se ha asesinado a comunicadores que se atreven a denunciar la corrupción, y desde tribunas públicas y empresas privadas se lanzan ataques a la prensa que publica actuaciones indebidas de sus representantes.
Cuando se acercan eventos electorales se agudiza el afán por apoderarse de las entidades públicas para saquearlas. Ya existe toda una estrategia diseñada para adueñarse de los dineros oficiales mediante contratos amañados, nombramiento de cómplices y ejecución de obras innecesarias. Esto ocurre a lo largo y ancho del país.
Es tal el grado de degradación, que grupos al margen de la ley también participan de este festín obligando a los funcionarios municipales a asignarles partidas de los presupuestos o a exigir participación en la contratación fraudulenta.
No puede soslayarse que la llegada al gobierno del llamado Pacto Histórico es consecuencia de la depravación en la que cayó el ejercicio de la política en Colombia, que le permitió a aquel ambientar con éxito el discurso de “el cambio” y la lucha contra la corrupción. Llega un punto en que las sociedades optan por cualquier programa que ofrezca modificar la desgracia existente.
De nuevo, expresamos nuestra solidaridad a la directora de La Opinión, haciéndonos eco de innumerables ciudadanos que han manifestado su repudio a la advertencia con la que quisieran intimidarla. Mas, la sociedad nortesantandereana está en pie a su lado porque su labor periodística es irremplazable.
Mucho más en los tiempos que corren cuando el ciudadano necesita una información objetiva y gallarda, cualidades que acompañan a La Opinión desde su fundación.
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