
Nuestra sociedad está expuesta a diferentes estados de ánimo que fluctúan en diferentes dimensiones en el día y de acuerdo con los acontecimientos que se presentan en cada momento de la vida diaria.
Los sentimientos y emociones que se experimentan pueden ser eternos o momentáneos, pero sea cual sea su duración no podemos negar que pueden dejar huellas imborrables en cada ser. Hoy día vivimos sumergidos en situaciones que de una u otra manera afectan directamente la salud mental de familias enteras, llegando al punto de crear conflictos que para ellos se vuelven irreconciliables; por esa razón las fracturas en los hogares tienen una incidencia importante en el comportamiento antes los demás.
La salud mental de la sociedad no solo está ligada a las patologías que nos describen los científicos encargados de estudiar e intentar dar solución a los temas en mención. Los traumas que causan factores externos en el comportamiento de las personas inciden directamente el estado de ánimo de ellos y los llevan a desarrollar diferentes patrones de conducta, muchos de ellos logran ser detectados, pero otros en cambio, se mantienen ocultos y cuando salen a flote, son acciones generalmente dolorosas y sin retorno.
El estado ha intentado durante muchos períodos implementar políticas encaminadas a prevenir e intervenir en la salud mental de los colombianos; todas ellas se quedaron en muy buenas intenciones, quizás en buenas acciones para impactar la problemática; y al final de cada plan realizado, nos damos cuenta de que seguimos fracasando en el intento. Los actos de auto eliminación van en aumento, el consumo de sustancias psicoactivas de igual manera, los hogares llenos de violencia no paran, los abusos a menores y mal trato de todo tipo siguen galopando; mientras todo eso pasa, se anuncia una nueva política de intervención para tratar de contener toda la problemática relacionada con la salud mental en Colombia.
Sea cual sea las medidas a implementar, si no existe un verdadero enfoque que llegue al seno de cada hogar, que siembre en niños y adolescentes el valor de la vida, el respeto por el otro, acciones que en realidad prevengan y detecten de manera temprana posibles casos patológicos; seguiremos teniendo un buen verbo en cada norma pero en la práctica poco impacto tendrá.
Cuando revisamos la atención de las diferentes entidades encargadas en el país de abordar estos temas, nos encontramos con cifras que dejan ms preocupaciones que satisfacciones. Una persona que ingresa con alguna patología o adicción, inicia una etapa de recuperación que pasa por varios ciclos; estos son guiados por expertos que de acuerdo con cada caso aplican el conocimiento necesario para intentar sacar adelante al paciente. Todo eso es valorable y pocas veces reconocido, ya que ellos no son ajenos a la problemática que tiene el país en cuanto al flujo de recursos y las tarifas muchas veces paupérrimas que les ofrecen para la atención de cada usuario. Todo eso hace parte de lo que vive hoy día la salud mental en Colombia. Pero a pesar de eso, muchos casos son exitosos y salen adelante; el detalle perverso está en el abordaje social de ese ser humano al salir a enfrentarse a la realidad de la calle.
Los que logran desintoxicarse de una adicción, por ejemplo, se encuentran con que sólo tienen el apoyo de la familia, y ojo, no siempre; pero el gran ausente es el estado; ya que no existe una verdadera política post-recuperación para garantizar una inclusión verdadera a la sociedad. Lo mismo sucede con esos casos de pacientes con patologías mentales que la superan o se estabilizan, que salen y se enfrentan a situaciones similares. Además, sumemos a eso las barreras que existen para acceder a los medicamentos que requieren para dar continuidad a sus tratamientos ambulatorios. La complejidad de la situación afecta no solo al paciente, sino que termina impactando en el mismo sistema de salud, ya que los reingresos a hospitalización se calculan en niveles inclusive superiores al 20% de los casos y en un período corto de tiempo después de lograr estabilizarse.
Esta problemática descrita impacta negativamente en el costo hospitalario de cada entidad que administra hoy los recursos mientras que la política que se implemente no garantice las etapas que realmente requiere la salud mental en Colombia. Estas podrían ser:
- Acciones preventivas que lleguen toda la población.
- Rutas de atención definidas para intervenir los casos detectados.
- Eliminar barreras de acceso para garantizar la atención y la continuidad de tratamientos.
- Políticas de inclusión social y planes de acción que perduren en el tiempo por parte del estado.
- Educación a niños y adolescentes en instituciones educativas encaminadas a formarlos como defensores de la vida.
No se logrará el objetivo y seguiremos teniendo leyes, decretos, acuerdos que tienen una romántica descripción de las acciones pero la realidad termina describiendo el mismo dolor y las mismas frustraciones de personas y familias que día a día sienten que pierden la batalla ante estas enfermedades que gana terreno ante la mirada indiferente de algunos y la impotencia de otros, que tienen toda la intención de seguir luchando contra todo lo que genera las afecciones mentales.
Todas estas medidas deben hacer parte de un masivo plan de acción que es necesario para impactar positivamente en la Salud Mental de la población.
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