¡Qué vaina! Monseñor Darío Monsalve, arzobispo de Cali, está sentido. Y tiene toda la razón. Hace seis meses, el 19 de noviembre de 2019, le dijo al diario El Espectador, si no le hubieran dado la espalda al acuerdo de paz, la situación era otra. Los más débiles siguen inermes: sus feligreses, los indígenas y las comunidades del norte del Cauca.
Todos los que le hemos echado restos a la paz, le damos la razón. Aquí en Cúcuta desde la comisión de paz de Entrena en el 96, los que sobrevivimos le seguimos apostando a la paz. Sobre todo desde los claustros de la academia y desde este mirador. Desde entonces, cuando me invitan a los foros de la misma, llevo a todas partes como texto guía, para hablar del tema: “Una Agenda para la paz”, de Chucho Bejarano, un escritor “engagé”, absolutamente imparcial a tal punto que fue blanco de las dos extremas.
La agenda es muy práctica, pues parte de reconocer que hay mucha investigación sobre la violencia en Colombia y pocas investigaciones sobre la paz. Una agenda que comprende las incompatibilidades de las partes y la mutabilidad de los proyectos de la guerrilla, los gobiernos y su “fracasomanía”, no aferrarse a los procedimientos de los logros del M-19, el EPL, El PRT y el MQL que desmovilizaron 4.000 personas. Recomendaciones positivas en el proceso con las FARC y que pueden serlo con el ELN, como que hay un aparente empate militar, y que aun si lo hubiera, no debe ser parte de la agenda de negociación. Es fundamental aceptar que no se puede enfrentar el conflicto proponiendo la desaparición de una de las partes, sino su transformación. Además, que cada negociación es un proceso de aprendizaje. Que no hay negociación exitosa, si no hay condiciones previas y precisas a la misma.
Pero la inconformidad de monseñor viene de atrás. Solo que en los últimos días lanza los dardos para salvar lo mucho que se ha logrado con el acuerdo FARC, a pesar del congelamiento y para continuar los acercamientos con el ELN y con todos los que estén abiertos al diálogo. Hay que intermediar.
Hace trece días, monseñor dio otro grito por sus gentes del sur del país: “Este Gobierno no tiene una política de paz. Lo dijo por el Decreto 601 de este mes, que autorizó a Miguel Ceballos a verificar la voluntad real de paz y de sometimiento a la justicia de los grupos armados que operan en el país.
No le gustó, porque se volvió a las desmovilizaciones individuales y olvida la situación de 2016 que desvanece la concepción de los dos procesos de paz con un solo fin del conflicto. Entonces, eran FARC 6.000 hombres y ELN 1.400 hombres.
Además, no puede haber paz si el acuerdo no garantiza los porcentajes de supervivencia, es decir, que se faciliten las condiciones materiales para que esta gente, estas familias subsistan, salgan de la inopia y puedan contra en el futuro con un patrimonio hecho con su trabajo si se le garantiza.
Monseñor y su gente siguen esperando la respuesta del Gobierno. ¿La habrá?
Adenda: Muy interesante la propuesta del señor alcalde para “Rediseñar Institucionalmente” el municipio de Cúcuta. Le ofrecemos un diagnóstico hecho con estudiantes de la ESAP y su respectiva propuesta de años anteriores.