Espera uno que los líderes sean un faro que guie a la sociedad, contribuyan al desarrollo del país y tengan una coherencia en sus acciones. Que tengan los cacareados valores que dicen hemos perdido, entre otras cualidades.
Es bueno repasar la definición de qué es un valor, una sencilla y didáctica es que es una forma de sentir, pensar, hablar, actuar y que tiene que ser coherente.
La coherencia es por tanto una aspecto fundamental en nuestro actuar. No ocurre esto con el ministro de agricultura, Aurelio Iragorri, quien en una desafortunada entrevista publicada el 7 de febrero en El Tiempo afirma que los supermercados son los culpables del alto precio de los alimentos
No es la opinión de un ciudadano corriente, es la de un hombre privilegiado, educado en la universidad javeriana con posgrado en mercadeo y administración y nieto de un expresidente.
Echarle la culpa a los supermercados del alto costo de los alimentos y solicitar que la superintendencia les abra una investigación es un despropósito porque el mercado de los alimentos en Colombia es lo que más se acerca a la competencia perfecta.
Es cierto que los supermercados tienen unos precios más altos pero esto obedece a que tienen unos costos fijos más altos que la tienda de barrio. Ahora, el consumidor es libre de comprar donde quiera, en la tienda, en la plaza, en la central de abastos o donde sea más barato.
Los consumidores no somos bobos, las señoras que hacen mercado buscan y comparan precios, es más el mercado semanal no lo hacen en una sola parte y acuden a varios sitios para comprar los diferentes productos.
Entonces por ahí no es la cosa e intervenir el mercado es un error garrafal que suena bonito para los populistas pero que nos puede llevar a la situación que padece Venezuela.
Los mercados funcionan y las leyes de la oferta y la demanda se cumplen. Lo que pasa es que la gente se confunden con algunos mercados como el caso de los medicamentos donde se requiere la intervención del estado porque los productores son monopolios y no permiten la libre competencia, o en el caso colombiano cuando perversamente los productores se unen para evitar la competencia y controlar los precios.
Es ahí donde debe actuar el estado en garantizar la libre competencia que es la que nos garantiza mejores precios y abastecimiento.
Leo en la última revista Dinero en su portada lo siguiente: “a cadenas como Exito, Jumbo y Olímpica les está saliendo un competidor. D1, un nuevo tipo de tiendas del grupo Santodomingo que vende a precios muy bajos, ya supera $1 billón en ingresos y está generando cambios en los hábitos de consumo”.
Esto llevara a la competencia a revisar sus costos fijos, sus políticas de precios y si no son capaces de competir saldrán del negocio. Esa es la libertad de mercado que debemos conservar a toda costa.
El camino a la intervención de los supermercados para controlar los precios es peligroso porque es un primer paso para tratar de controlar los mercados y así empieza la cosa, después intervienen los que venden bicicletas, los restaurantes (un churrasco también es caro si usted compara el costo de la carne).
Los que venden libros, los almacenes de ropa, los perfumes, (es carísima una loción de marca que puede valer medio millón de pesos), y ese es el camino al infierno. Es necesario que estos mercados sean libres y que sea el consumidor el que decida que se mantiene y que no. Recordemos que si no tengo precios competitivos también me puedo quebrar y eso no lo quieren los empresarios.
El desarrollo de un país requiere instituciones fuertes que permitan la libre competencia y dejen a los empresarios hacer su trabajo. No olvidemos que Colombia es un país capitalista, que si bien el socialismo parece atractivo por los fines que busca es irrealizable y solo conduce a la ruina. Colombia ha tratado de corregir las fallas del mercado que se presentan, es un estado que trata de redistribuir los ingresos, que debe buscar una sociedad más igualitaria pero esto no se logra atacando los empresarios se logra con mercados libres que generen riqueza.