El título de esta columna lo acuñó el físico estadounidense Roberts Betts Laughlin, premio Nobel de Física en 1998 y se refiere a la encrucijada que enfrentamos en nuestro tiempo por un nuevo cambio de paradigma científico, esencialmente la Ciencia de la Complejidad. En una entrevista Stephen Hawkins al ser preguntado si creía que así como el siglo XX había sido el siglo de la física, se podía decir que el siglo XXI sería el siglo de la biología. Hawkins respondió: “El siglo XXI será el siglo de la complejidad”.
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Toda esta introducción técnica es para tratar el tema de la planificación de ciudades y la próxima elección de alcaldes y gobernadores, que debería ser la ocasión para que se presenten programas de gobierno serios, ojalá uno integral de planeación urbana que busque el desarrollo económico ambiental y socialmente sostenible, que respete a su vez el territorio lo que implicará necesariamente una remodelación de la institucionalidad local y regional. Hay dos opciones: o alguien empieza a trabajar en un programa serio de desarrollo sostenible y propone un camino que implicará muchos ajustes y tiempo para lograrlo o esperar que surjan los alegres compadres (candidatos) con propuestas entre absurdas y locas. En este último caso esperaríamos el regreso de propuestas como convertir Atalaya en municipio, montar una universidad solo para Atalaya y todo tipo de obras y proyectos desfinanciados. Y claro, considerando que toda la inversión sea del estado.
“Se está reconociendo ampliamente que las ciudades son sistemas complejos de muchos agentes que interactúan, parcialmente independientes, que están lejos del equilibrio. Esta comprensión tiene profundos efectos sobre cómo hacemos y usamos los planes para el desarrollo urbano”, escribe el profesor Shih-Kung Lai en su reciente libro Planificando dentro de Sistemas Urbanos Complejos. La planificación de ciudades es parte del cambio de paradigma que mencionamos al principio e implica, antes que nada, tener conciencia que los sistemas complejos se consideran integralmente, no compartimentando. Ya sabemos que los sistemas de transporte y los usos del suelo están unidos de manera siamesa. Eso de hacer un pedazo de vía aquí y una terminalita allí termina en fracasos conocidos. En resumen, espero que en esta campaña se use más el cerebro que la lengua, obviamente, entre candidatos honestos; los deshonestos no quieren desarrollo, quieren poder.
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Sería interesante que los entes gremiales y el sector privado impulsaran, junto con las universidades unos talleres de planificación urbana desde la visón de sistemas complejos adaptativos y que simultáneamente buscara proponer un programa de gobierno regional que conduzca al desarrollo. Un programa que nos ponga a pensar en la ciudad y no en la competencia de egos de los probables y múltiples candidatos. Y con visión metropolitana; en la moderna planificación no existe la ciudad definida administrativa y políticamente, sino entre las áreas urbanas que comparten redes (físicas y virtuales) y sus flujos correspondientes.
Estoy convencido que esta propuesta repetida será arar en el mar, más aún con los vientos de “cambio” donde el estado se vuelve omnipresente y todopoderoso, repartidor de dádivas y cobrador de impuestos, donde lo central se quiere comer lo local y donde la visión venezolana de la frontera empieza a ser considerada. Extrañamente muchos piensan que al abrirse la frontera milagrosamente volverá el bolívar fuerte y el comercio pujante, como si la Venezuela de hoy, por arte de magia, se hubiera vuelto la Venezuela de ayer. Antes éramos vecinos de un rico ahora somos vecinos de un pobre.
En la época del proceso de paz de Santos escribí que se le iba a regalar el Catatumbo a la guerrilla y me dijeron fascista, hoy las farc a pleno día “patrullan” Tibú. O buscamos como avanzar o pronto el ELN patrullará en el parque Santander. O buscamos como plantear desde lo local como buscar el desarrollo o el subdesarrollo continuará con algún “progresista” de los muchos que salieron del closet con la elección de Petro.
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