Debe quedar claro que no obstante la contundente victoria electoral de Gustavo Petro y Francia Márquez, la convocatoria que el presidente electo ha hecho a los colombianos para unirse mediante un Acuerdo Nacional y la receptividad que ese llamamiento ha encontrado en amplios sectores nacionales, hay empecinados opositores a los proyectos de cambio. Hay dirigentes aferrados a la caverna, amarrados a la desigualdad predominante. No admiten que se haga una apertura para ponerle fin a la pobreza o que se desmonte el entramado de corrupción que ha hecho metástasis en la nación.
La cabeza de esa resistencia es el presidente Iván Duque. A los negativos resultados de su gestión de gobierno le está adicionando todo un tejido de contrataciones para beneficiar a sus patrocinadores políticos. Ha tomado decisiones atolondradas tendientes a quedarse con una tajada grande de poder y así seguir deleitándose con las mieles servidas mediante procedimientos de dudosa legalidad. Ninguno de esos actos proporciona beneficios a los colombianos que padecen necesidades crónicas, a las cuales son indiferentes los servidores públicos obligados a atender los problemas sociales. Para ellos todo lo que sea reconocer los desatinos oficiales es incurrir en un acto atentatorio contra el sistema que están obligados a preservar.
Los actores alineados en la derecha, en el sector privado o las entidades públicas desde las cuales ejercen el liderazgo que les han asignado, no ahorran disparos contra cualquier propuesta proveniente del Pacto Histórico. Y si lleva el crédito de Gustavo Petro, peor. Se ofuscan con la posibilidad de un viraje que corrija los factores de exclusión, de intolerancia o de cualquier forma de discriminación. Por eso acuñaron el manido estribillo del castrochavismo. Por eso estigmatizaron la protesta social y le dieron carácter de delito de opinión a la demanda de cumplimiento del Estado Social de Derecho como está consagrado en la Constitución de Colombia.
Existe una consigna de guerra sucia para cerrarle el paso a los movimientos progresistas. Amenazan con militares modelo Zapateiro. Estimulan la subida del dólar para presentarlo como consecuencia de la elección de Petro. Montan narrativas con mentiras, con la tentación de asustar incautos y promover pánico mediante la distorsión. Es un trabajo perversamente calculado, el cual, claro está pierde seguidores. Su falsedad lo desdibuja, como lo evidencia la decisión de los ciudadanos en las urnas. Sin dudas, quedan remanentes de esa escoria política, que tanto daño le ha dejado a la democracia.
La nueva etapa política que está dándose en Colombia hay que fortalecerla con el cumplimiento de las propuestas de cambio. Hay que estar por encima de las diferencias personales y demostrar que cuanto se va a construir corresponde a una necesidad colectiva. Atrás quedarán los opositores como Cabal o Enrique Ramírez Yáñez, de recientes pronunciamientos, y otros heliotropos que prefieren la pobreza, la violencia, la corrupción y la desigualdad al reconocimiento de derechos y de la dignidad que se merece el ser humano. Defienden el mal gobierno y hacen todo lo posible para que nada cambie.
Puntada
Lo que está ocurriendo en Tibú es la falta de Estado en Colombia. Los grupos armados están por encima de un gobierno incapaz de garantizar la seguridad.
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