Desde niño he sido lo que llaman “gatuno”, es decir, me fascinan los gatos. Mi primer recuerdo con estos amiguitos se remonta a mis 5 años, cuando “pachito” vivía con nosotros en Bucaramanga, era atigrado y encantador, pero lamentablemente se hizo viejo y empezó a enfermarse. Esa también fue mi primera experiencia con el “cielo de los gatos”. Cuando nos mudamos a Venezuela le rogaba a mi papá que consiguiéramos otro, pero vivíamos en un apartamento y, para ese entonces no vendían la arena, así que se negó rotundamente a incorporar ese miembro a la familia, por lo que me tenía que conformar con “princesa”, la gatica que tenía mi tía en Bucaramanga y me acompañaba a dormir durantelas vacaciones.
En bachillerato empecé a jugar futbol y me destaqué en la portería. Con el tiempo me empezaron a llamar “el gato”, porque supuestamente tenía buenos reflejos, y ese mote me fascinó, apodo por el cual hoy en día mis compañeros del colegio me siguen identificando.Pero seguíamos sin tener otro felino en casa, por lo de vivir siempre en apartamentos.
Cuando llegó el día, me fui de casa a estudiar en otra ciudad, a mitad de carrera mis papás me alquilaron un apartamentico tipo estudio y, un día, sin que me lo esperara, llegó por sí sola una gatica que recién empezaba a caminar, no sé si se había perdido o alguien la abandonó, la cosa es que la tomé en mi mano y salí corriendo a buscar el dueño, pero no conseguí a nadie, así que desde entonces “nini” se mudó conmigo, por cierto que en secreto.Mis papás vinieron a conocerla cuando ya estaba bastante crecidita.
Ahora que el crecidito soy yo, y mis hijas están en mitad de la adolescencia, me dio por adoptar otra gatica, porque se supone que soy el que manda en la casa y puedo tomar esas decisiones, bueno, eso creía yo, hasta que ese lugar lo tomó “lupita”. Primero tuve que convencer a mi esposa que me advirtió: está bien, pero ni se te ocurra que se va a subir a nuestra cama, y las niñas son asmáticas, por lo que tampoco las quiero ver durmiendo con ellas.
Rápidamente, una sobrina nos mandó la foto de una preciosura, chiquita y encima de eso, cariñosa, muy cariñosa. Parecía que otro hijo venía al hogar, todos fuimos a comprar el arenero, los juguetes, la cama, en fin, que gastamos un montón de plata en esa sinvergüenzura, solo nos faltó hacer el babyshower, mis hijas, que estaban más pequeñas, brincaban de alegría y me hicieron la promesa de que ellas se encargarían de limpiar el arenero todos los días.
Ya han pasado 3 años, “lupita” duerme en la cabecera de la cama, en el lado de mi esposa, y los días que no lo hace, ella la extraña. En el día se va al cuarto de mis hijas, porque se la pasa encima de sus cuadernos. Cuando estoy trabajando viene ronroneando y se sube a mis piernas para que la acaricie, así que me toca interrumpir la faena para atenderla, porque hay que aprovechar esos momentos, ya que, cuando soy yo el que la quiere tocar, me mira, me voltea la cara y se va. Ahora todo gira en torno a “lupita”. Hay noches que aguanto calor porque si abro la ventana se puede salir, mis hijas la adoran y sufren cuando se enferma, es la dicha de tener una gatica en casay,por cierto, el que terminó limpiando el arenero todos los días, soy yo.