Algo que siempre nos ha preocupado como sociedad, especialmente en nuestra amada ciudad de Cúcuta, es lo que definimos y entendemos por cultura ciudadana. Observar las calles después de celebraciones como Halloween, elecciones democráticas, encuentros deportivos o actos públicos deja mucho que desear, tanto de los líderes o gobernantes, como de nosotros mismos por la responsabilidad que tenemos en el conglomerado social.
Al realizar un profundo análisis del por qué actuamos así, nos encontramos con más de 60 años de incapacidad estatal para formar ciudadanos cívicos, y fortalecer las capacidades de enseñanza, con la intención de poner en marcha un gran plan que permita volver a lo que éramos como sociedad: una Cúcuta internacional, culta, bien hablada, respetuosa de lo público y privado, y con gran capacidad de soñar. Eso, tristemente, no se ve, en contraste con lo que ahora está de moda es la guachada, la grosería y, por supuesto, el “hacer lo que se me venga en gana”.
La palabra cultura es entendida como el conjunto de elementos y características propias de una determinada comunidad humana. Dentro de la definición se incluyen aspectos como costumbres, tradiciones, normas y modos en los que un grupo puede pensarse, comunicarse y construirse como sociedad.
El pensador romano Cicerón (siglo I a. C.) empleó el término “cultura animi” (cultivar el espíritu) para referirse metafóricamente al trabajo de hacer florecer la sabiduría humana. La cultura abarca aspectos como la religión, la moral, las artes, el protocolo, la ley, la historia y la economía de un determinado grupo.
Durante estos días, la Universidad Simón Bolívar sede Cúcuta organizó la Semana Universitaria, un espacio en el que se destacaron los aspectos de identidad más importante de la ciudad y el departamento por medio de actividades artísticas, lúdicas y académicas. Este fue un aporte a ese “cultivo de sabiduría humana” de los futuros profesionales de la región.
Lo recalco porque es importante volver a las fuentes de los conceptos culturales del territorio, para luchar contra el desconocimiento de elementos importantes y necesarios, si se quiere cambiar el ambiente social desorganizado e inculto que reina en la urbe capital. Con este tipo de intervenciones rescatamos elementos y características relacionadas a la creación y producción humana generada y compartida por un grupo de la sociedad, de acuerdo con aspectos geográficos, sociales o económicos que se encuentran en constante cambio y mutan en concordancia con las necesidades.
Las expresiones artísticas como el teatro, y las cátedras bolivarianas y socio humanísticas que se desarrollaron en la Semana Universitaria ayudaron de manera transversal a la consecución de estos objetivos cívicos y culturales.
Al revisar la sociología de Cúcuta, encontramos diferentes tipos de culturas que se relacionan entre sí en el diario vivir, por un lado tenemos a la cultura de élite, es aquella que se sostiene desde las altas esferas de poder dentro de una sociedad; también está la cultura popular, que se define como el conjunto de manifestaciones y elementos culturales propio de un pueblo; y finalmente, la cultura de masas, que se encuentra formada por bienes culturales presentados por medios masivos de comunicación y a los que accede una gran parte de la población.
Pero esta problemática cívica y de comportamiento social no es solo una característica nortesantandereana, la cultura latinoamericana es básicamente una mezcla de tres diferentes: la española (introducida por los europeos durante la conquista), la africana (introducida por los esclavos que trajeron los colonos al continente) y la cultura nativa de los pueblos originarios (que siempre ha hecho parte de nuestra tierra).
En conclusión, la cultura de Cúcuta es rica y diversa, llena de tradiciones y costumbres que han sido transmitidas de generación en generación. Volvamos a nuestras raíces. Es urgente salvaguardar la moral y la decencia, y continuar avanzando en el proyecto de la universidad: crear y formar hombres cultos.