Qué difícil es construir un país y que fácil destruirlo. La vida independiente de Colombia parte del 20 de julio 1810 con el Grito de Independencia, pero durante el medio siglo siguiente la búsqueda de una forma de Estado y la reorganización de lo que había dejado el régimen colonial desencadenó sangrientas guerras, una inestabilidad institucional y una ruina general.
Todavía, a comienzos del siglo XX se padeció la Guerra de los Mil días entre liberales y conservadores que dejó más destrucción y muerte. Durante varios gobiernos conservadores subsiguientes hubo una tregua relativa y, gracias a la indemnización de 25 millones de dólares que los Estados Unidos pagaron a Colombia por la pérdida de Panamá, asomó una pasajera bonanza en los años veinte que permitió la realización de algunas obras viales.
Los gobiernos de López Pumarejo (1934-1938 y 1942-1945) generaron una modernización del Estado, el reconocimiento del sindicalismo obrero y la orientación de la economía con un criterio social demócrata. Pero subsistían hechos de violencia que se acrecentaron con el asesinato de Gaitán en 1948 que condujeron al Golpe Militar de Rojas Pinilla en 1953.
Se aclimató una relativa paz, pero el manejo político lo llevó a ser derrocado en 1957 y a la formación de un sistema constitucional exótico llamado Frente Nacional, que estableció la alternación obligatoria de los Presidentes liberales y conservadores durante 16 años, y estableció una democracia restringida que calmó los ánimos, pero desdibujó a los partidos.
A pesar de grandes dificultades y equivocaciones, a partir de la década de 1950 los diferentes gobiernos han hecho progresar difícilmente al país con avances en la erradicación del analfabetismo; la cobertura general de la educación pública primaria y la mejora de la universitaria; el sistema nacional de rutas aéreas; la construcción de carreteras; el cubrimiento de salud del 90% de la población; el favorecimiento de la inversión privada nacional e internacional; el fortalecimiento de la rama judicial y los entes de control; la disminución paulatina del desempleo. Todo, con los recursos limitados de un Estado pobre porque Colombia tiene fundada su economía en el vigor de la empresa privada.
Se equivocan quienes hacen creer que el país dispone de muchos recursos para atender de inmediato todas las enormes necesidades de la población, sin olvidar el costo de controlar la subversión y el narcotráfico. Ciertamente, ha habido errores y falencias en la conducción Estado, pero no es una mano mágica y un discurso demagógico los que lo pueden conducir a un futuro mejor. Es el trabajo honrado y la constancia de un pueblo lo que lo hacen progresar.
El Socialismo del siglo XXI implantado en Venezuela logró subsistir los 15 años del gobierno de Hugo Chávez porque él se apropió del ingreso petrolero y, según se calcula, entre robos y despilfarros dilapidó la inverosímil cifra de 700 mil millones de dólares con los que hubiera hecho de su país un paraíso.
Si Colombia adoptara ese sistema, que empieza por aniquilar la iniciativa privada, en menos de tres años se llegaría a una situación peor que la venezolana porque nuestro Estado no tiene, ni imaginariamente, unos recursos parecidos.
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