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Inventando la libertad
La sabiduría no es suficiente si no se acostumbra el alma a lo bello.
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Lunes, 24 de Abril de 2023

La felicidad es la última puerta del presentimiento, aquella que se abre después de una larga jornada de caminar detrás de nuestras estrellas, hacia esa mitad desconocida que nos hacía falta en el corazón.

Moriremos pensando en ella, sin saber qué es exactamente, con una sensación de atardecer combinada de azar y de plenitud, o de un juego entre la ausencia y la distancia deshojando margaritas de recuerdos escondidos.

En la plenitud, uno se cree satisfecho, mientras que, en el azar, cae en la telaraña que tejen las leyes naturales, pero, en ambos, se siembran las señales que dejan las sombras buenas del tiempo inventando la libertad.

La sabiduría no es suficiente si no se acostumbra el alma a lo bello, a esa licencia azul que nos otorga la divinidad cuando pasea por la memoria, colgada del viento, recogiendo las bondades del universo.

Es la evocación de la vida, llena de secretos, luces y misterios, entre el apogeo de la tormenta y la curva serena del remanso, que retornan al tiempo de Dios al compás de las aves circulares, buscando el infinito.

Uno aprende de plenitud cuando sabe imaginar que, más allá del horizonte, las paralelas se unen, o que el silencio rompe su mutismo sólo cuando intuye el murmullo de un sueño fecundando el pensamiento. (¡De azar, no aprende!).

Plenitud es equilibrio, azar es incertidumbre y, juntos, aunque imperfectos, apacientan a las viejas parcas del destino, que son las que deciden y nos urgen a buscar la verdad de lo que somos…y no otra cosa.

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