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Columnistas
Humillada y ofendida
Hace algo más de cien años un terremoto destruyó la comarca; sus gentes erguidas y valientes.
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Viernes, 10 de Noviembre de 2017

La casa del duende (Cúcuta). Hoy es una ciudad humillada y ofendida, su gentilicio, su idiosincrasia, se diluye en el tiempo y el espacio. Unas minorías, ajenas a nuestros sentimientos e identidad, atropellan y se alzan con el santo y la limosna. Las gentes de bien que son una mayoría, reclaman a gritos, autoridad, moral y ética. A diario se comenta de consejos de seguridad, y el resultado es más inseguridad, angustia y temores de una ciudad amable y de puertas abiertas. 

La incertidumbre es la constante, a quienes se atreven a reclamar administración eficiente, se les tilda de tontos, los valores se invierten, el lugar es de los atrevidos que poco les importa la ética y la moral. Hace algo más de cien años un terremoto destruyó la comarca; sus gentes erguidas y valientes, rápidamente la reconstruyeron, un arquitecto venezolana de nombre Francisco de Paula Andrade Troconis, casado con una dama cucuteña fue artífice en la reconstrucción. 

Esa realidad concitó el respeto del país al vernos surgir ante la calamidad, venimos de una raza bravía, altiva y noble, a ella nos debemos. Acá nació la República y un 28 de febrero el Libertador Simón Bolívar, emprendió la epopeya de la campaña admirable que culminó con la independencia de gran parte de este continente, del coloniaje Español. 

Nariño desde la Villa del Rosario, imprimió los derechos del hombre (la Bagatela) más adelante, la industria textil acá se origina, el transporte férreo nos conduce a Venezuela, los primeros cultivos de café aparecen en el departamento, los Duplat iluminan la ciudad, de acá es nuestra heroína Mercedes Ábrego, en fin, historia es lo que tenemos. 

Se reconoce una inmigración que incidió en el desarrollo de la ciudad, la cual tuvo su esplendor; gente de otras regiones son bienvenidas. Somos una ciudad de puertas abiertas. 

Hoy nos invade una migración, y con todo el respeto que se merece por su condición humana, agudiza la crisis institucional. El gobierno central, olímpicamente se desentiende y casi nada aporta a la solución de este flagelo y la crisis en su conjunto se agudiza. En consecuencia se impone una cruzada en la búsqueda de la salida a la crisis que atraviesa la ciudad. 

El recurso humano existe, la sociedad civil como un todo debe organizarse y plantearse estrategias que nos coloquen en un sitial de honor y no de vergüenza. Manos a la obra, nos merecemos un buen alcalde o alcaldesa, un excelente concejo municipal que se merezca el concepto de honorable, un empresariado pujante y un pueblo orgulloso de su identidad. La academia, las universidades se deben a este compromiso. 

Bienvenida la modernidad, sin liquidar nuestros orígenes, el colegio de La Presentación, donde se educaron nuestras hijas, hoy es un monumento a la economía informal (San Andresito), el colegio Sagrado Corazón, de prestigio nacional es un baluarte intocable. Esta institución, ha educado a generaciones que enaltecen la academia y en consecuencia debe conservarse en su lugar de origen. Al perder identidad nada somos, esto no se puede permitir. 

El deporte, la cultura y nuestras mujeres nos han colocado en un lugar destacado que ha trascendido más allá de nuestras fronteras y en consecuencia se merecen mención de profunda significación.

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