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Historia de la primera mujer
Anverso y reverso
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Martes, 7 de Marzo de 2023

Me entretuve, hace poco, hablando con Gegé, el mismo del Cuchuflí, que ahora tiene una cantidad de seguidores por redes sociales, sobre la mujer, cuyo día se celebra precisamente mañana.

Y en su estilo burlón, picaresco y un tanto irreverente, me contaba la historia de la creación de Eva, la primera mujer y nuestra primera madre, según decires aún por confirmar. Noticia en desarrollo.

Cuenta Gegé que el Creador venía notando a Adán todo achicopalado, aburrido, como enfermo de soledad. Entonces le dijo:

-¿Qué te pasa, Adán? Últimamente te he visto cariacontecido. Ya no quieres levantarse de la hamaca, ni siquiera riegas el manzano y ya no vas al malecón del Tigris a caminar en los atardeceres y a escuchar vallenatos en las noches. 

-La verdad, Señor, no sé qué me pasa. Me siento atembao y aburrido de no hacer nada. Esta vida, esperando que todo le caiga a uno del cielo, es muy jodida, Señor. Si no es mucho pedirle me gustaría que me consiguiera algún trabajito, cualquier chamba, algo en qué distraerme, no importa que gane el mínimo, que como no tengo mujer ni hijos, con eso me defiendo.

- Já –le respondió sonriente el Creador-. Yo sí sé qué te pasa: Te falta compañía.  Te daré mujer. Ojalá después no te arrepientas.

-¿De verdad, Señor? –dijo Adán, saltando de la hamaca de pitas de colores.- No lo puedo creer.

-Hombre de poca fe. Bueno, mijo, comunícame con Cúcuta para que me manden un poco de arcilla, tipo exportación, que te voy a hacer algo deslumbrante.

-¿Cómo así, Señor? A mí me hizo, según supe por ahí, de barro crudo, de ese de los caminos, del que todo el mundo pisotea, ¿y a ella la va a hacer de arcilla fina? No me parece justo, Señor, con todo respeto se lo digo.

-Está bien. La haré del mismo material con que yo te hice. Tráeme unos zurronados de barro.

Dicho y hecho. Jehová se sentó sobre una piedra y Adán se acomodó en la hamaca, sin perderle patada al Creador.

De las manos divinas fue saliendo una imagen preciosa, con medidas de reina (90-60-90), cabello largo, labios pulposos y ojos de miel de caña convencionista.

Como notó al hombre muy fisgón, cubrió la estatua con un traje de fantasía, hecho con albas nubes de las que pasan por el cielo.

-Dele el soplo de vida y póngala a andar –pidió Adán, un poco atrevido.

-Mérmale a la confiancita, Adán, –le reprochó Jehová, pero le hizo caso.    Le ordenó a la estatua que desfilara como si estuviera en pasarela. Adán estaba lelo ante tanta preciosura. La aplaudía y gritaba como borrachito en reinado de pueblo.

-Ahora, que desfile en traje de baño –pidió Adán, trastornado ante tanta belleza.

Esa fue la gota que colmó la copa.

-¡Vete mucho al carajo! –dijo el Creador, sacudido de santa ira. Le dio un soplo a la estatua, que cayó vuelta añicos. Porque un soplo divino puede hacer o deshacer. Adán aún no se había repuesto del asombro al ver aquella reacción destructora, como los de la primera línea, cuando, por obra y gracia del mismo Señor, cayó en un sueño profundo. Dios le sacó una costilla y de ella, a las carreras, hizo otra mujer, la propia, la verdadera, muy tierna y muy bella, pero con ciertos defectos de fábrica.

-Ahí tienes. Y no molestes más. Esa es tu compañera. Su nombre es Eva.

- Por eso, por culpa de los antojos de Adán, nos tocó por mujer, un mero hueso –terminó Gegé.

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