Es el sentimiento de muchos colombianos por estos días. Lo que ha sucedido con la Unidad de Gestión del Riesgo genera hastío, repugnancia y hasta eso que dicen, dolor de país; escuchar o leer las solas noticias sobre todo ese entramado de corrupción es indignante, genera desesperanza de país, y más en un gobierno que prometía ser de cambio, en donde si bien se trata de una entidad del Estado que no es la primera vez que se la han robado, no por ello exime de responsabilidad política a Petro.
Finalmente Olmedo era una persona cercana. Es algo así como otro episodio “De otro elefante a mis espaldas” como sucediera con Samper. Después nos preguntamos porqué los colombianos hicimos lo que hicimos hace ocho días en el partido de Miami que ni siquiera la policía de los Estados Unidos pudo controlar. Y ni para qué hablar de la fotografía del presidente del fútbol colombiano vestido de naranja seguramente dándole la vuelta al mundo.
Después del partido hubo consultas a sicólogos y antropólogos del porqué de estos comportamientos. En alguna oportunidad lo escribía el investigador de la Universidad Nacional Mauricio García, como una actitud o comportamiento de “la cultura del atajo” que de alguna manera nos deja aquellos comportamientos derivados del narcotráfico.
El todo es válido para lograr un propósito, que nos ocurre en el día a día como esa de saltarse la fila, colarse de cualquier forma al estadio como muchos colombianos lo hicieron hace ocho días, falsificar boletas, engañar en la declaración de renta, y con lo que sucede en estos días en la UNGDR, hasta mucha gente con razón se justifica señalando, miren en lo que termina mi dinero. Y hasta tienen razón, el daño moral, colectivo que genera la manera como se han robado una entidad del Estado, además de repugnancia, en muchos genera una respuesta ciudadana.
En eso del partido de fútbol creo que hubo otra lección más, como ya nos había ocurrido en USA 94 que terminó en tragedia, y es que somos muy triunfalistas, ya nos creíamos ganadores de la copa América, lo único que no tuvimos en cuenta el domingo pasado era entender que estábamos enfrentados al actual campeón del mundo.
Colombia va mal. La gente se está saliendo del país, muchos están sacando dineros y hacen empresa y negocios en otros lugares. Los Jóvenes no encuentran oportunidades, tratan de buscar alternativas en otros países, la migración de colombianos a España es altísima, y ni que decir los más pobres, sin esperanza alguna tratando de cruzar el Darién para tratar de encontrar una posibilidad en los Estados Unidos, solo que por allá, ni España, tampoco encuentran posibilidades.
Mucho de estas cosas las describe uno de los pensadores más importantes en el mundo, el coreano Byung Chul Han, que describe sobre la sociedad del cansancio, muchos atrapados en un torbellino de realidad.
La política en Colombia no va bien. El gobierno del cambio no genera confianza alguna, a pesar, también hay que decirlo, que como lo señala el editorial del Espectador de ayer, la economía presenta algunos indicadores positivos afortunadamente. Eso es un respiro en medio de la hediondez de la UNGDR. Han bajado las tasas de interés y bajó la pobreza monetaria.
Esto es muy importante. A pesar de ello, el descrédito de este gobierno es muy alto, y ahora con un ministro de Hacienda que aparece enviando chats a Sneyder Pinilla y trataba de lograr comprometer más de un billón de pesos para obras que nunca se iban a hacer y por supuesto que no espera renunciar. Que hastío, que desfachatez en el gobierno del cambio.
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