No obstante la derrota inesperada de la selección a tres minutos de terminar el partido, no por ello debemos considerar que todo está perdido. Todavía nos queda la posibilidad de ganarle a Perú, en Lima, pues tenemos un gran equipo y una férrea voluntad para lograrlo. No debemos olvidar que solo dependemos de nosotros mismos, lo que no ocurre con Argentina y Paraguay, que necesitan de un milagro, para asistir a la cita mundialista.
No estoy de acuerdo con quienes opinan que jugar al triunfo, en Lima, es un riesgo que no debemos correr y que lo mejor es intentar un empate, confiando en que Chile pierda con Brasil y que Paraguay no derrote a Venezuela, por siete goles o más. Son los mismos que creen que Ecuador podría ganarle a la Argentina, porfiando en nuestra clasificación, sin riesgo alguno.
Siempre he creído que quien juega a empatar, termina derrotado. Lo digo por mi experiencia como defensor ante el jurado de conciencia. Aquellos que por temor o inseguridad, pedían una condena atenuada, la mayoría de las veces recibían un veredicto condenatorio, sin ninguna consideración de favorabilidad. Y quienes invocábamos un fallo absolutorio, teníamos una mayor posibilidad de lograrlo. La confianza en sí mismo, siempre ha sido la antesala del éxito. Si aspiramos a triunfar, acudamos al siguiente principio: “quien no gana su propio pleito, jamás podrá ganar el de sus semejantes “.
Confiemos en que los errores de David Ospina, fueron apenas, una circunstancia desafortunada en el derrotero deportivo de nuestro héroe nacional. La consecuencia de una difícil crisis emocional, por el distanciamiento con James Rodríguez, recientemente separado de su hermana, dada una nueva relación amorosa con una modelo rusa. A James, también se le notó bajo de forma, quizás, por el mismo motivo.
Guardemos la esperanza de que frente al Perú, David y James, vuelvan a ser las estrellas fulgurantes de siempre. De ser así, ganaremos el partido y el corazón de Colombia se vestirá de fiesta.