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El regreso del nihilismo
El nihilismo surgió en la agonía del absolutismo monárquico en sociedades sumidas en la pobreza.
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Sábado, 5 de Junio de 2021

El nihilismo fue un movimiento social de fines del siglo XIX en Rusia, que se considera como uno de los orígenes del anarquismo y el terrorismo moderno.

“Nihil” es una raíz latina que significa nada, y aunque hubo una corriente artística de ese movimiento, solo nos interesa éste como movimiento social. Sus seguidores niegan cualquier principio moral o religioso, cualquier forma de autoridad, e in extremis, no le encuentran sentido a la existencia. Es un movimiento destructor, que se aferra a la violencia como forma de vida, es la ausencia total de futuro, es la nada de nada, sin principios políticos, sociales o religiosos. No exagero al decir que hay una parte de la juventud mundial con comportamiento nihilista, inconsciente claro, ya que este no surge de una concepción filosófica o ideológica, sino que en la mayoría de estos jóvenes los rasgos distinguibles son una vida en la marginalidad por motivos de violencia, desamparo o abandono, y una muy débil actitud crítica académica que los hace susceptibles a ser cooptados por movimientos extremos en lo político o por el crimen organizado. El nihilismo no es un movimiento buscando algo, es la nada y por eso solo 
sirven como instrumento de otros.

El nihilismo surgió en la agonía del absolutismo monárquico en sociedades sumidas en la pobreza y donde el moribundo régimen solo ofrecía represión. Era el no futuro: algo moría, pero nada nacía. 

El nihilismo se ve en la sociedad europea en sus jóvenes extremistas regalándose para ir a grupos terroristas mundiales, en Estados Unidos en los radicalismos destructores de derecha e izquierda y en Centroamérica en los maras. 

El nuevo nihilismo colombiano, aquí llamado eufemísticamente vandalismo, denota un daño muy profundo en valores de la sociedad, exacerbados por un régimen que no da futuro. Pero no es solo el subdesarrollo económico producido por un régimen extractivo, sino que a eso se suma una pérdida de valores familiares y de sociedad que llevaron a una parte de la juventud a la condición de no futuro. La cultura mafiosa se permeó en estructuras familiares surgidas de la idea de la mujer como objeto, de la paternidad irresponsable, del embarazo adolescente, de las familias monoparentales de madres cabeza de hogar, del machismo irredento, y todo eso adobado por un sistema jurídico y judicial tolerante a estos antivalores por su abandono de la justicia como refuerzo cohesión social y su acogida de la justicia politizada: abandonamos el jurista con valores por el político con toga. Si el hogar es el primer nido de violencia, es imposible obtener ciudadanos confiados y trabajadores.

A ello se suma el gran daño que una educación alienante puede provocar. Una educación basada en un modelo burocrático de educación “dirigida” y soportada en unos profesores mediocres pero ideologizados transmitiendo resentimiento y el ejercicio de estructuras de poder, abandonando el principio de autoridad que lleva a la libre crítica, condición sine qua non para ganar competencias en un mundo que cada día más las exige, genera otra condición de no futuro para muchachos que vienen de un hogar sin futuro. Y los que logran llegar a la educación superior, bien sea en entes reforzantes de la mediocridad como son las universidades de garaje o en los programas de profesiones saturadas, e incluso de buenos programas universitarios, se resienten al llegar a un mercado raquítico, incapaz de brindar futuro económico. A los jóvenes solo les quedan dos caminos: el exilio o ser parte de la “clientela” de un político que lo ubique en la burocracia a cambio de lealtad (hacer “vuelticas”) y un porcentaje de su salario mensual. Si este profundo daño social no es caldo de cultivo del nihilismo, no sé qué lo será. 

Si arreglamos el modelo económico y dejamos incólume lo jurídico y la educación, el no futuro seguirá latente, como lo está en sociedades de economía desarrollada como la estadounidense o la de Europa occidental.

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