En buena hora se ha emprendido la campaña para proteger el Páramo de Santurbán, promovida inicialmente por unos buenos ciudadanos defensores de los recursos naturales y el medio ambiente, y secundada, ahora, prácticamente por todos los habitantes de los santanderes.
Es fruto de la conciencia que la humanidad ha ido interiorizando sobre los peligros que acechan al planeta por la acción depredadora del hombre en busca de riquezas. Muchos líderes mundiales se han pronunciado en ese sentido, y el Papa Francisco hizo un llamado para la conservación del medio ambiente en su encíclica “Laudato Sí”, mediante la búsqueda de una ecología integral
Quienes nacimos en las tierras frías del Norte de Santander estábamos familiarizados con varios páramos, pero no sabíamos que hacían parte de ese enorme ecosistema de cerca de 150 mil hectáreas en que se extiende el Páramo de Santurbán. Tampoco conocíamos que Colombia posee el páramo más grande del mundo, El Sumapaz, y que esas formaciones son de una importancia capital para el equilibrio climático.
También, desde niños supimos que en esas yermas tierras había oro, y que hubo épocas en que su explotación produjo gran riqueza como la de Pamplonilla la Loca en los primeros años después de su fundación. Pero que, extinguido el yacimiento de aluvión de Páramo Rico, la pobreza se apoderó de la ciudad como las neblinas que descienden de las gélidas montañas.
Otros nombres como Vetas y California estaban asociados con las minas de oro, y formaban parte, igualmente, de las leyendas que hacían volar la imaginación cuando se transitaba por las carreteras rodeadas de los acolchado frailejones. Nos maravillamos disfrutando de las lagunas de Cácota y Chitagá, pero no alcanzábamos a dimensionar la magnitud de su importancia ambiental.
Hay que proteger el páramo de la explotación de sus recursos porque es un ecosistema frágil que puede perderse para siempre fácilmente. Se sabe, por ejemplo, que los frailejones crecen apenas unos pocos centímetros al año, y que la capa vegetal de esos terrenos es muy superficial. Por eso, el gobierno debe negar el otorgamiento cualquier concesión que puede producirle daños.
Por la historia sabemos que la fiebre del oro que se ha dado en diversos países, generalmente, termina en el empobrecimiento de las poblaciones que se forman alrededor de los yacimientos, y en la destrucción del medio ambiente. Son casi siempre unas fortunas efímeras.
La mayor riqueza del páramo es el agua. Allí es donde ser forman los caudales que riegan las tierras bajas; de allá se nutren los acueductos de numerosas poblaciones. Sin esas aguas benditas muchas regiones serían desiertos inhóspitos despojados de la flora y la fauna de las que nos enorgullecemos los colombianos.
El “oro” verdadero del Páramo de Santurbán es el agua. Ese es el tesoro que tenemos que defender porque es un bien escaso en el mundo, y los estudiosos futuristas aseguran que su dominio será el origen de los conflictos que va afrontar la humanidad en un tiempo próximo.
ramirezperez2000@yahoo.com.mx