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El fútbol en familia: volver es una obligación moral
Será que “¿Algún padre de familia volverá al estadio con su hijo, después de presenciar actos violentos?” … La respuesta es evidente. El miedo y la zozobra se apoderan de todos y eso conlleva a evitar volver.
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Viernes, 26 de Septiembre de 2025

Alguna parte de la población quizás no tiene ni idea que hace unos años asistir a los estadios de Colombia a ver el clásico dominical, era uno de los planes más esperados por núcleos enteros de familias, esa actividad se convirtió en motivo de unión a pesar de tener en el corazón afectos por equipos contrarios; y terminaba dándole un color al domingo sano, lleno de risas y contrariedades.

Sentimientos que pasaban de un momento de frustración por la derrota del equipo, pero que al finalizar la contienda todo volvía a la normalidad. No podemos desconocer que no solo eso sucedía en las personas que asistían a un escenario deportivo, de igual manera los que no podían asistir por múltiples motivos, tenían un medio de comunicación para enterarse de las acciones en cada juego, “La Radio”.

Ellas eran y siguen siendo el mejor hilo conductor para enterarnos de los acontecimientos en el mundo, en cada transmisión la imaginación del oyente se trasladaba al estadio, e inclusive se imaginaba sentado en las gradas observando el partido. Todo eso tenía un componente importante, el futbol se vivía y se sentía en Paz, y en esos aspectos las alertas deben estar prendidas los 365 días del año.

Hoy día los planes de familia se redujeron a la mínima expresión, la violencia no solo en los estadios aleja cada día a más gente, escenarios vacíos en gran parte del torneo es lo que se ve. Las citas previas a cada juego que pactan algunas; las mal llamadas barras; se convierten en una carnicería cada que se anuncia una disputa de 90 minutos, las redes sociales se convirtieron en la herramienta perfecta para insultar y citarse a los desafíos de violencia en lugares escogidos previamente.

Antes colocarse la camiseta del equipo de los amores en especial en una ciudad diferente a la sede original, era motivo de orgullo y distinción, inclusive si la posición en la tabla no era la mejor. Hoy hacer eso es un suicidio en muchos sectores del país; termina convirtiéndose muchas veces en una lápida que se carga con el riesgo de ser agredido. La descomposición social se adueñó de todos los sectores de Colombia y el futbol no se escapa, antes por el contrario, hoy vemos en pequeños torneos de calles o barrios que la intolerancia es el común denominador, las imágenes en campeonatos organizados por adultos pero que son para niños llenos de ilusiones con ganas de divertirse y hasta de pronto mostrar sus cualidades, están siendo contaminados por la violencia entre mayores que dan un desagradable ejemplo a los menores.

Colombia desde hace un tiempo adoptó costumbres que eran desconocidas y fueron importadas para alentar al equipo de los amores, como cánticos y barras; pero esa píldora de fervor y entusiasmo, con el pasar del tiempo fue transformándose en miedo y terror para aquellos que, en familia, asistían a los estadios. Alentar hace parte del disfrute del espectáculo, pero no puede ser uno de los motivos que alejen al hincha de las canchas. La existencia de barras que apoyan debe hacer parte de una tarde llena de color y alegría, ya que eso irradia muchas veces; la violencia de unos pocos no puede empañar el esfuerzo de muchos que con sacrificio alientan sin parar antes y después de los 90 minutos.

Se hace necesario verdaderas políticas educativas de choque para enfrentar esta situación, que está llevando a este deporte a que la TV sea la herramienta que intente unir a las familias y amigos en torno al juego. Recuerdan cuando por momentos hemos escuchado en hogares que se dice que no podemos llevar los problemas del trabajo y de otros aspectos a la casa, que debemos al entrar en ella con una actitud diferente; bueno, así mismo debe ser al entrar a un estadio de futbol; estamos llevando todas las frustraciones del día a las canchas, y nos convertimos en potenciales bombas de tiempo que detonan con un resultado adverso o con barras contrarias que no toleramos ver.

La descomposición social se enquistó en muchos hogares, la ganas de salir y destruir se está convirtiendo en un estilo de vida para algunas personas. El pensar que como no es mío y no me duele, tengo el pasaporte para hacer lo que me plazca, también se refleja en los estadios de futbol.

Hay que aplaudir las iniciativas de algunos equipos en Colombia que intentan sembrar en nuevos aficionados, es decir, motivar a niños llevándolos a muchos partidos, dan facilidades a su ingreso para que a futuro sean esos hinchas que en paz retomen la costumbre de ver el futbol en familia.

Será que “¿Algún padre de familia volverá al estadio con su hijo, después de presenciar actos violentos?” … La respuesta es evidente. El miedo y la zozobra se apoderan de todos y eso conlleva a evitar volver.

Las acciones deben ser de todos, debe arrancar con la siembra de amor por los colores del equipo en cada niño, debe llevar el acompañamiento de políticas masivas educativas para la no violencia en los estadios; conjugar la palabra tolerancia y saber que volver a esos tiempos donde ir a futbol era una de las mejores terapias para los estados de ánimo, puede ser una de las tantas herramientas para ver tribunas llenas de alegrías y colores.


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