(Carta abieta a David Barguil)
“Apreciado señor presidente del Conservatismo,
Me dirijo a usted en mi condición de miembro de la comisión de paz del Partido Conservador, para hacer público mi voto por el SÍ en el plebiscito que se avecina. Y para sumarme a quienes piensan que así debe votar el conservatismo.
Sea lo primero felicitarlo por la posición aplomada que he percibido de su parte, en relación al debate interno que se ha suscitado al interior del partido por cómo debe votar nuestra colectividad en el plebiscito sobre los acuerdos que se han alcanzado en La Habana.
La implementación de dichos acuerdos requerirá de mucha lucidez y de buen juicio. El desarrollo de algunos de ellos no será fácil. Como el atinente a la justicia transicional. Nunca los procesos de reconciliación, y menos luego de sesenta años de guerra, lo son. Pero para que el conservatismo tenga la autoridad moral y política de contribuir positivamente a la construcción –desde el Congreso y desde los otros ámbitos que corresponda— a una buena implementación de estos acuerdos, es indispensable comenzar por votar SÍ en el plebiscito que se avecina.
Este no es momento ni de ambigüedades ni de reclamar tardías e improcedentes renegociaciones de lo ya negociado en La Habana. Allí se negoció con juicio, con extremo cuidado de no sobrepasar líneas rojas, respetando siempre la propiedad privada, el Estado de Derecho y el debido proceso. La actitud más lúcida de un partido como el nuestro debe ser la de participar en la buena implementación de los acuerdos: no la de votarlos negativamente.
Como ministro de Agricultura y Desarrollo Rural durante los tres primeros años de la administración Santos, representando en el gabinete al Partido Conservador, siento el deber de testimoniar el cuidado, el esmerado respeto a la propiedad privada y al debido proceso con relación a los legítimos propietarios del campo, con que se negoció y redactó el punto número uno de los acuerdos, dedicado al acceso a la tierra y al desarrollo rural.
Lo rural, tema tan cercano al Partido Conservador, encuentra en este primer punto de los acuerdos una ocasión invaluable para orientar a Colombia hacia un agro más moderno, con mejor dotación de bienes públicos, más equitativo y menos excluyente en los años venideros. Donde convivan pacífica y productivamente la pequeña, la mediana y la gran propiedad rural. De la buena implementación de este acuerdo, del que depende la sostenibilidad futura de la paz, no puede sustraerse el conservatismo.
Votando por el SÍ, el conservatismo gozará de la autoridad política y moral para exigir también mayores recursos para el posconflicto. Censurando, por ejemplo, que en el proyecto de presupuesto para el año entrante se haya recortado de manera insólita en un 41 % los recursos del sector agropecuario, pieza clave para un posconflicto exitoso.
Cuando hace 58 años votamos el plebiscito para terminar la violencia política en Colombia con un nuevo marco institucional, el conservatismo salió fervorosamente a votarlo, sin reservas ni ambigüedades. Ahora debe hacer lo mismo, cuando estamos próximos a tomar acaso la decisión más importante de nuestra generación: la de la paz.
El conservatismo no puede quedarse en la berma de la carretera de la historia en esta crucial ocasión, engolfado en pequeñas y mezquinas discusiones. Tiene que ser parte protagónica, como siempre lo ha sido, votando SÍ en el plebiscito.
* Exministro de Agricultura y de Hacienda.