La Guerra de Corea duró tres años largos, desde junio de 1950. Según Corea del Sur, la del Norte invadió su territorio después de que EEUU y la URSS acordaron dividirse la Península, al inicio de la Guerra Fría. Según China, URSS y Corea del Norte, fue la del Sur la que invadió afectando la seguridad de China, ya desestabilizada por la guerra civil con Taiwán. El conflicto tocó la frontera china y se dio también en el Mar de Japón, el Amarillo y el Estrecho de Corea.
La primera versión convenció a la naciente ONU. Liderados por EEUU, participaron diecisiete estados miembros, cuatro de ellos en desarrollo, uno latinoamericano, Colombia, cuyas tropas comandó el entonces coronel Ruiz Novoa, con participación del capitán Valencia Tovar. Ruiz ganó la Estrella de Bronce por un exitoso rescate contra fuerzas chinas en Monte Calvo. El legendario MacArthur comandó la fuerza multilateral. Otro ícono tuvo a cargo las tropas de EEUU, el general Marshall, epónimo del Plan para la reconstrucción de la Europa devastada por la II Guerra, y que comprometió a valores de hoy, medio billón (castellano) de dólares. Según los soviéticos, el Plan fue el que desató la Guerra Fría; pero sin él, Europa no sería.
Estaban todavía en escena figuras históricas como Truman, Eisenhower, Attlee, Churchill, De Gaulle, Mao, Zhou Enlai, Stalin y Kim Il-sung. El secretario de la ONU era nada menos que Hammarskjöld. Por los personajes, la geopolítica del momento y la dureza del enfrentamiento fue una guerra potencialmente global.
Las razones que llevaron a Laureano Gómez a ceder a la presión de EEUU para que Colombia enviara un contingente a luchar en la lejana Corea, “en defensa de la democracia”, han sido muy discutidas. Estaba muy débil y necesitaba de los norteamericanos. A nuestros militares había que entretenerlos en una causa que los desviara de la tentación de tumbarlo, cosa que luego hicieron.
La razón a estas alturas es inane. Las bajas colombianas fueron alrededor de setecientas entre muertos, desaparecidos y heridos marcando un hito en nuestra historia militar que entristece pero enorgullece a la Fuerza Pública. Es agradecido por Corea del Sur con monumentos, ceremonias, inversión, ayuda y el ingreso sin necesidad de visa. Para los colombianos comunes nuestra relación de sangre con Corea no tiene la trascendencia que debiera. A pocos nos emociona ver todavía a los veteranos del Batallón Colombia desfilar el 20 de Julio, ancianos dignos, satisfechos del deber cumplido.
La Península de Corea se agita de nuevo con vientos de guerra. Corea del Norte ha incrementado las provocaciones con actos simbólicos y bélicos. Ha enviado globos llenos de la peor basura al otro lado de la Zona Desmilitarizada; ha volado puentes de carreteras y vías férreas comunes; ha ensayado misiles en aguas surcoreanas; no cesa en su programa nuclear; sobrevuela drones en Seúl; intensifica su relación militar con Rusia y China; y ahora, después de entregarles municiones y armas, envía tropas a Ucrania en apoyo de las de Putin.
Kim Jong-il quiere probar que Corea del Norte es un jugador global, bien armado y que sus tropas, al adquirir experiencia en batalla, se vuelven altamente peligrosas para el Sur y demás aliados de EEUU en la región. Lo hace cuando la mesa de Occidente está llena con Ucrania, Gaza, Siria, Líbano, Irán, tensiones en el Pacífico y dudas sobre la OTAN en un hipotético gobierno de Trump.
Corea del Sur es una democracia, aliada ilustre de EEUU, tiene capacidades de desarrollo nuclear, sus militares están bien entrenados y armados sobre todo en lo antiaéreo y tiene municiones compatibles con la OTAN. Si el Norte se afianza en Ucrania, Seúl terminará envuelto en esa guerra. En Pyongyang hay autoritarismo de mano muy dura, militarismo nuclear, hambre, desertores, arrogancia y amenazas. ¡El único occidental que disfrutaría cenar con Kim, es Trump!
Ojalá no se prenda la mecha en Corea. No nos equivoquemos de bando si sucede.
Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion.