
De conformidad con la ley 134 de 1994, el presidente de la República, con la firma de todos los ministros y previo concepto favorable del Senado de la República, podrá consultar al pueblo una decisión de trascendencia nacional. Bajo esta premisa, el gobierno nacional preparó un cuestionario con doce preguntas que de ser aprobadas por el Senado y posteriormente por el pueblo, representará una reforma sustancial al Código Laboral.
El llamado que se hará al pueblo es el resultado del hundimiento de la reforma laboral por parte de la comisión 7 del Senado, que sin debate alguno así lo decidió. En sus acostumbrados momentos de “lucidez” el presidente caviló y decidió jugarse sus restos y para sus adentros manifestó: “¡muera Sansón con todos sus Filisteos!” y le mandó esa papita caliente al Senado en pleno. Lo llamaría “papota” hirviendo, como quiera que al Senado a pesar de todas sus triquiñuelas que seguramente va a intentar hacer, le será supremamente difícil rechazar teniendo en cuenta las próximas elecciones presidenciales y de congresistas.
Las preguntas que serán sometidas a votación del pueblo, tienen que ver en su mayoría a conquistas que milenariamente el pueblo trabajador, hasta con sangre, ejemplo la masacre de las bananeras, había logrado, pero el señor Uribe con el argumento falaz de disminuir el desempleo le arrebató a la clase trabajadora. El desempleo nunca disminuyó y en forma constante se ha mantenido en dos dígitos.
La clase trabajadora y la ciudadanía en general, en mi opinión, saldrá masivamente a votar por el sí, independiente de la imagen de la figura del presidente, sencillamente por ser de su propio interés. No es un apoyo al señor Petro, ni más faltaba, es la supervivencia de millares de compatriotas que viven en condiciones miserables por la precariedad de sus condiciones laborales que los empresarios defienden a capa y espada.
La polarización que vive actualmente el país en su lucha de clases impulsada aún hoy más por el actual gobierno de izquierda, la lucha desenfrenada por el poder de la clase política, la defensa acérrima de los sectores económicos de toda clase de privilegios otorgados por los gobiernos de turno, lo irreconciliable de las ideologías de derecha e izquierda como comadres enojadas sacándose los cueros al sol, llevando por el despeñadero al Estado Colombiano.
La separación de poderes en franca decadencia, los medios de comunicación amañando la información a su conveniencia, la democracia en peligro, la fuerza pública maniatada y la inseguridad disparada, la justicia ciega, sorda y muda, especialmente con los poderosos, las mutuas acusaciones por hechos de corrupción propiciadas por fuego amigo, los medios de la producción en la incertidumbre. Nada halagador nos espera si seguimos por este camino.
¿Será posible que se desarmen los espíritus y los actores logren los consensos necesarios para enrumbar al país por la senda del progreso? De no hacerse, que la historia nos juzgue con compasión.
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