Se cumplieron dos semanas de confinamiento a causa de la pandemia del COVID-19, con la prohibición para que circulen motos y vehículos particulares, y la calidad del aire, aunque registra una mejoría, no presenta los indicadores esperados para ciudades con la mayoría de su parque automotor paralizado.
El contaminante que pone en riesgo la salud de las personas es el material particulado, que en gran proporción es generado por los automotores y la industria, de allí nacieron medidas como el día sin carro, para mejorar la calidad ambiental. Sin embargo, la reducción en la contaminación no es atribuible a la falta de circulación de automóviles, la disminución de los incendios forestales y las lluvias que regresaron en los primeros días de abril menguaron el material particulado.
Los expertos manifiestan que los incendios forestales, que no conocen de cuarentenas, mantuvieron altos los medidores durante los primeros días de aislamiento, sumado a que la industria siguió operando, aunque no con el mismo ritmo de producción. Los residuos dejados por las quemas registradas en la región caribe e incluso en Venezuela, fueron arrastrados por corrientes de viento afectando a algunas ciudades.
Las investigaciones de universidades de Bogotá establecieron que los vehículos de carga son los que más afectan el aire, seguido por el sistema de transporte público y los carros particulares, pero en este último caso es más fácil adoptar medidas restrictivas porque las administraciones temen poner en cintura a transportadores de carga, que pueden paralizar el abastecimiento con sus protestas y para renovar el transporte público se requiere de cuantiosos recursos.
Esta circunstancia excepcional del estado de emergencia, cuyo objetivo principal es salvar vidas evitando la expansión del coronavirus, puede servir de termómetro para verificar la incidencia de factores como los automóviles en la contaminación ambiental y emprender acciones para disminuir el riesgo que generan las partículas en suspensión, porque las que hasta el momento se han practicado no han dado los resultados esperados y este no es un problema menor, es el causante de la muerte de cerca de 10.000 personas por año en el país, por patologías relacionadas con problemas respiratorios crónicos.
En el año 2000 se constituyó el 22 de septiembre como el día internacional sin carro, buscando reducir la afectación del aire, pero en años más recientes ese objetivo primario se ha cambiado por la promoción de sistemas alternativos de movilización e incentivar el uso del transporte masivo, como ocurre en Bogotá.
Este 2020 se cumplen diez años del plan decenal para la descontaminación del aire en Bogotá que parece haber fracasado porque en lugar de mostrar mejores índices la situación sigue siendo deficiente.
Una mejor calidad al momento de respirar en zonas urbanas necesita de un conjunto de medidas, que inicia con la renovación de los carros que por su antigüedad no deberían estar rodando, especialmente camiones, volquetas y buses. No puede ser que aún estén circulando buses con más de 20 años, que son pintados y maquillados para hacer parte de la flota del SITP.
Para evitar esa concentración de material particulado, que afecta gravemente la salud, hay que mejorar la calidad de los combustibles que se usan para el transporte y la industria, adoptar tecnologías que atiendan los estándares internacionales y modernizar la flota de buses de servicio público. Las herramientas legales están al alcance de la administración pública, falta mano dura para atender esta situación que podría generar una emergencia de salud pública.
@WilsonRuizO