La región latinoamericana continúa su proceso de cambio; no exclusivamente en el comportamiento pendular de carácter electoral, sino en procesos que responden a sus dinámicas internas y claro, también influenciadas por el entorno global y de los grandes actores. Algunos gobiernos puede que no lo entiendan adecuadamente y siguen actuando con lógicas y agendas propias del pasado, especialmente de la bipolaridad de la ‘guerra fría’, cuando estamos en un contexto de globalización y los factores influyentes son de diverso tipo.
Un panorama de la región nos muestra a un México que superó, al parecer de manera definitiva el predominio de la influencia de los partidos y gobiernos que venían de la revolución mexicana de comienzo del siglo anterior y el Presidente Andrés Manuel López Obrador con su partido político Morena ha instaurado un nuevo período, con un gobierno que retoma su tradición de política exterior que tiene como eje la no intervención en los asuntos internos de ningún otro Estado, su complejo papel de vecino del hegemón dominante en la región, los Estados Unidos, manteniendo su autonomía pero igualmente su cooperación necesaria; su rol de líder regional, que ha permitido que propicie, junto con Noruega –país con larga tradición de mediador y facilitador en la resolución de conflictos-, el diálogo político entre el gobierno de Venezuela y las fuerzas de la oposición –cualquiera sabe que la solución a la crisis que viven los venezolanos debe ser una solución de los propios venezolanos, no de intervenciones externas-, que esperamos los latinoamericanos produzcan los mejores y posibles resultados, en las dimensiones electorales, económicas, de arreglos institucionales, todas ellas seguramente en perspectivas de mediano plazo.
En el Cono Sur, el tradicional peronismo argentino retornó al gobierno con el Presidente Fernández y la Vicepresidente Cristina, después del cuestionado mandato del derechista Macri, mostrando de esa forma que hay una tradición política con arraigo popular y claro también una derecha política con apoyos importantes y que deben convivir, dirimiendo periódicamente en las urnas las mayorías electorales y los mandatos para gobernar. Bolivia, después del ‘golpe blando’ contra el Presidente Evo, en su equivocada decisión política de volverse a reelegir, el partido del MAS elige un gobierno, con un gran apoyo social y político de las mayorías indígenas y sigue su camino de estabilidad liderado por el Presidente Luis Arce. Chile, está viviendo un inédito proceso constituyente y dentro de ese contexto realizará elecciones presidenciales antes de concluir este año, con un Presidente Piñera altamente desprestigiado y con fórmulas presidenciales de la derecha e izquierda, que en las primarias han dado su mandato a las opciones más centristas y moderadas en ambos campos. El Salvador, igualmente está viviendo un inédito proceso de renovación política, con el Presidente Bukelé, donde los tradicionales partidos de derecha e izquierda son vapuleados electoralmente y casi han desaparecido de la influencia política. Perú, igualmente inicia, no sin dificultades, un gobierno de izquierda tradicional, liderado por el Presidente Pedro Castillo y aún es incierta la capacidad de maniobrar en un escenario político poco favorable.
El próximo año, dos grandes países de la región, Brasil y Colombia, elegirán nuevos gobierno. En Brasil una de las potencias regionales, no es claro si se logrará reelegir el Presidente Bolsonaro, luego de su cuestionado mandato, o si el expresidente Lula da Silva con su partido de los trabajadores logra retornar al gobierno. En Colombia, donde la tradición histórica ha sido el predominio de gobiernos de centro –poco se han dado en su trayectoria bandazos electorales-, elegirá nuevo Congreso y nuevo Presidente; algunos consideran que si los jóvenes participan electoralmente pueden ser definitorios e igualmente si los bloques políticos logran elegir candidatos atractivos y viables.