“Si no te equivocas de vez en cuando, es que no lo intentas.”
Woody Allen.
Tres mayúsculas que me producen mucha nostalgia. AMC era la marca de mi raqueta de madera preferida que aún conserva mi hijo mayor. De tal manera que absolutamente desprevenido y ensimismado en las nostalgias, asistí a la última tertulia – el cinco a las cinco- sobre el Acueducto Metropolitano de Cúcuta.
Ha pasado un tiempo largo, que nos ha dejado pensar y repensar los impulsos y los contra impulsos de la administración pasada, cuando el emperador se imponía más por los susurros de una mala asesoría jurídica y al decir de los ingenieros de la oposición, de una pésima asesoría técnica. El tiempo hace olvidar tantas torpezas que padecimos los amigos del sueño “Cínera”, y lo menos que esperábamos eran unas mínimas rectificaciones. Pero no. La soberbia luciferina que ha perdido tantos hombres, buenos, brillantes y hasta honestos, sigue.
Sí, como dice Papini de Luzbel. Solo Dios que es tan misericordioso y bueno, al final de los tiempos lo absolverá. No hubo una muestra de rectificaciones ni financieras, ni presupuestales, ni técnicas. Me pareció oír entre las bambalinas y la tramoya, la voz de Edgar de Jesús: “Esto va, porque va”.
Claro que observé y oí, que todo el auditorio, fiel a los tiempos que vivimos se: “polarizó”. No hubo espacios conciliadores, no hay apertura para el juego de la moderna “gobernanza”, los grandes consensos constructivos.
No se abordó ningún tema de esos que son impredecibles, que las estrategias de la moderna planeación llaman los riesgos del álea. Que aparecen en el momento menos esperado. Es más, ni los unos, ni los otros los mencionan, to diría que deliberadamente los ignoran. Y ello no es serio. Todo lo contrario es peligroso.
Porque todos; Tirios y Troyanos sabemos que las migajas de Ecopetrol, de Min ambiente y las tres lochas del Departamento, no las podemos dejar ir. Mal contados son unos cuatrocientos mil millones de pesos, de los cuales hemos dilapidado unos treinta mil, y de pronto llegaremos a los ochenta mil millones, hasta que aparezcan los riesgos del alea, que deliberadamente pretenden ignorar.
Quise indagar sobre ese imponderable, pero levante la mano muy tarde. Era una pregunta de esas que hacen los indiferentes: ¿Hola y Ustedes tienen un Plan B? Me gustaría que programaran otro encuentro, pues la pregunta envuelve todo el proyecto, técnica y legalmente, y la plática no la podemos dejar ir, ni los Tirios, ni los Troyanos. Dios quiera que no sea tarde. Uno se debe equivocar a tiempo.