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Agradecimientos
Gracias a la familia Colmenares por este legado, y muchos éxitos a los nuevos propietarios.
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Domingo, 4 de Febrero de 2024

Es el reconocimiento al esfuerzo durante más de sesenta años a una familia que le ha dejado uno de los legados más importantes que puede recibir una región: un medio de información. Una ciudad carente de periodismo, es una ciudad perdida, acéfala, sin vida, como describe Juan Rulfo el pueblo de Comala en “Pedro Páramo”. 

“Ser periodista es tener el privilegio de cambiar algo todos los días” decía Gabo, y mucho de eso es lo que hizo la familia Colmenares desde 1958, compromiso periodístico que tiene mayor significado y valor cuando se hace desde una zona convulsionada y difícil como la nuestra. 

Informar y cambiar en algo la vida todos los días desde aquí, es un esfuerzo que implica más riesgos, y por ello su fundador cayó en esa labor en el año 93. El Norte de Santander tiene una deuda de gratitud con la familia Colmenares, y todo el equipo de colaboradores de la Opinión por ese esfuerzo de más de sesenta años: a Eustorgio padre e hijo, a Martha, el Maestro Cicerón, Estefanía, a todos, agradecimientos en nombre de la región.

El periodismo hace parte de la construcción de una ciudad. En el día a día queda el registro de la historia de una sociedad, de sus proyecciones, de sus angustias. 

Mucho de ello se registra en los mejores libros de periodismo; sin duda uno de ellos, el del legendario periodista norteamericano Gay Talese, quien en los años 60 escribía sobre la vida de los obreros en Estados Unidos que construían los grandes puentes, y condensó historias en “Fama y oscuridad”, anécdotas de gente humilde, como las del obrero, el que trabaja en las noches en un hotel, el vigilante, la de gente que aparentemente no tiene historia. 

En nuestro medio, hay un libro de periodismo muy colombiano, “Vivir sin fórmulas”, de Claudine Bancelin, que es el relato de lo que fue la vida de Álvaro Cepeda Samudio con el Grupo de Barranquilla; las historias en la “Cueva”, la vida de intelectuales y artistas en los años 4O en ese legendario café. La sola foto a la entrada lo dice todo: en 1952 Álvaro Cepeda Samudio se va dizque a estudiar a New York. 

Todos sus amigos de la Cueva salen a recibirlo: Gabo, el catalán Vinyes, Alejandro Obregón, Fuenmayor, y uno de ellos le pregunta al “Cabellón” por el diploma de periodista. Cepeda le responde “¿echee, cuál diploma? … si yo me fui a New York fue a mamar ron”. Cepeda, uno de los más grandes.

Otra bella página de nuestro periodismo. “La Llama y el Hielo” de Plinio Apuleyo Mendoza. Aquella crónica cuando Plinio y Gabo se fueron a cubrir en 1958 la caída de Pérez Jiménez a Caracas, es una hermosa historia de periodismo. En mi caso, solo agradecimientos a la Opinión por este espacio en donde he escrito durante cerca de 15 años. 

Aprovecho para pedir disculpas a quienes han tenido la paciencia de leerme algunas columnas, muchas nada interesantes. He escrito semanalmente con regularidad, aún en circunstancias adversas, como cuando me hospitalizaron en Bogotá por coronavirus, y hacia el mediodía me desperté, y la escribí. 

Otra, una vez estaba en la casa de unos amigos en el norte de Francia y era el momento de escribir; les dije que me prestaran el computador, y como la escritura francesa es diferente a la nuestra, especialmente las tildes, escribí una columna que no llevara ninguna tilde. De las pocas veces que no escribí la columna, todo por una rumba que se extendió hasta la madrugada, y eso ya era imposible. En otra ocasión tomé mucho vino con amigos en la noche, y al otro día me excedí y escribí muy extensa columna. Eustorgio me dijo “puedes tomar todo el vino que quieras, pero aquí no se pasa de 650 palabras”.

Gracias a la familia Colmenares por este legado, y muchos éxitos a los nuevos propietarios.


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