El 19 de diciembre de 2007, a las dos de la mañana, miembros del Batallón de Infantería 44, Ramón Nonato Pérez, asesinaron al campesino Leonardo Achagua Forero. Luego, lo presentaron como una baja en combate.
En ese momento, Dania Achagua tenía solo dos años. Dieciséis años después, Dania se presentó al auditorio de la Cámara de Comercio de Casanare para llamar “asesinos” a los veintiún militares, dos civiles y un exdirector del DAS que tenía al frente. Esas veinticuatro personas son comparecientes ante la Jurisdicción Especial para la Paz.
Dania se dirigió al exmilitar César Augusto Cómbita Eslava, quien diez días antes participó en un encuentro preparatorio con ella. El exuniformado, junto a los participantes del evento, le había preguntado cómo recordaba a su padre. Ella respondió el martes: “No puedo contarle detalles de mi papá, puesto que, gracias a estos asesinos, no pude conocerlo”.
Lo que recuerda Dania es lo que le ha contado su madre, Marcela Cediel, quien tuvo que criarla sola. “Me parte el alma no recordar siquiera el tono de su voz. Me hubiera encantado poder ver a mi papá el día de mi cumpleaños o el día de mi grado”, exclamó la joven.
Cuando el Ejército mató a su papá, lo presentó como un integrante de un grupo delincuencial. El abuelo de Dania, Nicolás Achagua, murió tiempo después: “Tuvo que partir de este mundo pensando que su hijo era una mala persona”.
“¿Quiénes eran ustedes para decidir cuándo terminar con la vida de una persona inocente?”, insistió Dania Achagua, quien añadió: “No es ni será justo tener que pasar toda mi vida imaginándome lo que pudo ser, los abrazos que me pudo dar mi papá, el ‘te amo’ que nunca escuché o el consejo que, por culpa de ustedes, asesinos, nunca recibí ni voy a recibir”.
“No puedo creer que algunos de ustedes tengan el descaro de decir ‘no me acuerdo’”, recalcó la joven casanareña.
“Es tan insignificante las vidas de las personas que ni siquiera se acuerdan del momento en que ustedes mismos les quitaron la vida”.
Sin rastro de temor, con seriedad en su rostro, Dania apuntó: “Su sangre y corazón son tan fríos que siguieron con su vida disfrutando de sus premios, sacando pecho, creyéndose los mejores. Ustedes no son ni serán nunca los mejores. Lo único que son es unos asesinos y unos cobardes que mataban y torturaban sin piedad a personas sin ofensas que, supongo, estaban asustadas”.
Por último, Dania citó una de las frases que el mayor general retirado Henry William Torres Escalante, entonces comandante de la Brigada 16, usaba para promover muertes presentadas como bajas en combate, “Los muertos no hablan”. La hija de Leonardo le añadió algo más: “Puede que los muertos no hablen, pero sus familias sí. Y la justicia divina sí”. A paso seguido, abrazó a su madre, a quien le agradeció y dijo que admira.
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