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Colombia
¿Las armas o el diálogo? El eterno debate sobre el camino hacia la paz en Colombia
¿Debería Colombia replantear su enfoque para garantizar la paz, la gobernanza y la seguridad en sus territorios? Expertos dialogaron sobre este y otros temas en un foro organizado por la Universidad Simón Bolívar.
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Alianza Unisimon
Domingo, 4 de Mayo de 2025

A casi nueve años de la firma del acuerdo de paz con las FARC, que despertó la esperanza de un futuro sin violencia gracias al diálogo, el conflicto persiste en las regiones. Diversos factores alimentan esta situación, incluyendo la ingobernabilidad, la falta de inversión social y la ausencia del Estado.


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Como en años anteriores, la violencia se ha intensificado por el control territorial de grupos delictivos en zonas antes ocupadas por las FARC. Esto ha sometido a las poblaciones a delitos como el narcotráfico, la minería ilegal y la extorsión, generando interrogantes sobre cómo replantear no sólo el conflicto armado, sino también la acción estatal para mejorar la seguridad y la gobernanza.

Aunque muchos creyeron que la paz estaba cerca mediante el diálogo, hoy se habla de disidencias, nuevos grupos armados y control de organizaciones criminales transnacionales. Además, han resurgido delitos de lesa humanidad como el secuestro, el desplazamiento, el reclutamiento forzado, la tortura y la desaparición forzada.

Ante este panorama, surgen preguntas: ¿Debería Colombia replantear su enfoque para garantizar la paz y la seguridad? o ¿debería ser la fuerza del Estado la que termine con el horror de la guerra?

Recientemente, la Universidad Simón Bolívar organizó en Cúcuta el Foro Norte de Santander: Crisis de la Gobernanza en Seguridad y Desarrollo. Durante el conversatorio, el coronel retirado Jesús Alberto Ruiz Mora, presidente del Capítulo Colombia del Centro William J. Perry de Washington (EE. UU.), propuso sensibilizar a la comunidad y a los funcionarios sobre la evolución del conflicto y la importancia de la gobernanza para la seguridad y el desarrollo, así como hacer nuevas lecturas del conflicto, del Gobierno y sus políticas públicas.

Ruiz Mora sugirió replantear tres aspectos: primero, el conflicto; segundo, la conducción político-estratégica del Estado; y tercero, la política pública. Subrayó que la seguridad, más que armas, requiere replanteamientos en desarrollo e infraestructura.


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“Uno de los aspectos que mencioné es la necesidad de sensibilizar a la comunidad, representada en funcionarios, autoridades, sociedad civil, miembros de la fuerza pública y todos los agentes de la gobernanza. Debemos hacer una nueva lectura del conflicto que hemos sostenido durante años, cuya naturaleza ha evolucionado. Hoy tenemos un escenario de conflicto o guerra en medio de la población, lo que representa un gran reto para el Estado, no sólo para el Gobierno o la fuerza pública, sino también para la sociedad”, indicó el ponente.

En este sentido, Colombia enfrenta un debate crucial: ¿la guerra se termina con acuerdos o con el uso de las armas del Estado, como lo hizo El Salvador con Nayib Bukele?

Para el consejero para la Paz y la Reconciliación de Norte de Santander, profesor de la Universidad Simón Bolívar y moderador del foro, Luis Fernando Niño López, el diálogo siempre será primordial por encima del conflicto, porque usa la palabra y no las armas. “Es poner la razón por encima de la guerra. Sin embargo, estos procesos están permeados por economías ilícitas que prefieren la guerra al diálogo”, dijo. Por ello, es importante aplicar un modelo de gobernanza que implique no corrupción, participación de todos, soluciones concertadas y concreción de planes y proyectos de desarrollo nacional, lo que permitiría avanzar hacia la paz.

Por su parte, Ruiz Mora reconoció que El Salvador ha alcanzado seguridad y desarrollo mediante el monopolio legítimo de la fuerza del Estado, lo cual es necesario en países como el nuestro. No obstante, advirtió que debe haber un límite en el uso de la fuerza. “La confianza elimina los factores de inestabilidad, y estos abren una vía hacia el desarrollo. Al principio, es necesario imponer la autoridad, pero hay que ponerle un límite. No se puede llegar a extremos de dictadura y opresión”.

Enfrentar la seguridad no debe basarse únicamente en la confrontación militar. “Enfrentar a los grupos delincuenciales también implica avanzar en desarrollo, infraestructura, bienes y servicios. La seguridad para el desarrollo debe convertirse en un círculo virtuoso. Alcanzar niveles de desarrollo evitaría tener que invertir tanto en seguridad”, sostuvo.

Una segunda lectura tiene que ver con la conducción político-estratégica del Estado. Con base en su visión y políticas públicas, debe diseñar y ejecutar un plan de desarrollo que contemple un espacio exclusivo para la seguridad. “En Colombia, debería anexarse la palabra ‘seguridad’ al Plan Nacional de Desarrollo para lograr una articulación más amplia en gobernanza para la seguridad y el desarrollo”, señaló.


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Como tercer elemento, según Ruiz Mora, debería hacerse una nueva lectura de la política pública, que, aunque diferencial en cada enfoque, debe afinar sus objetivos para que converjan en los intereses del Estado, la nación y la comunidad.

¿Qué barreras impiden estas nuevas lecturas sobre seguridad y gobernanza?

Lamentablemente, la falta de cultura influye en el deterioro de la seguridad. Frente a ello, el ponente anotó que “la cultura de seguridad significa un estado de sensibilización de la sociedad en todos sus niveles para acabar con lo que los expertos en derecho llaman la anomia social”. En el país existen muchas leyes, pero no todos las respetan.

“No está mal proyectar normas, pero el reto es inculcar la educación de que las normas son para cumplirse. Hablo de una sociedad educada, respetuosa de los derechos y las normas, pero sobre todo con deberes. Cuando logremos una sociedad con deberes, cuando la persona reconozca que el Estado es una autoridad, nos alejaremos de la anarquía y podremos aportar hacia un estado de justicia”, concluyó.

Durante los últimos 60 años del conflicto colombiano, desde la década de 1960 hasta el acuerdo de paz de 2016, el país se ha debatido constantemente entre la guerra y el diálogo como caminos hacia la paz.


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