Hamilton Morales Torres, consultor de la Asociación de Recicladores de Cúcuta y su Área Metropolitana (Asorecu), lanzó un llamado a la reflexión sobre el estado actual del reciclaje en la ciudad. Según el experto, Cúcuta recicla entre el 17 y el 20% de sus residuos plásticos, una cifra que si bien se encuentra dentro del promedio nacional, dista mucho de ser la ideal.
“No estamos en un nivel muy malo, pero tampoco es lo óptimo”, advirtió Morales, al tiempo que destacó que se han desarrollado algunas iniciativas que apuntan a fortalecer el proceso, como la llegada de la empresa Corbeb, que ha dinamizado la recolección del PET, el plástico transparente comúnmente utilizado en envases de bebidas.
Avances en el reciclaje de botellas, pero rezago en pitillos y bolsas
Uno de los principales avances se ha dado en el reciclaje de envases de bebidas, particularmente gaseosas. No obstante, el panorama cambia radicalmente cuando se habla de productos de un solo uso como pitillos, platos, cucharitas y bolsas plásticas.
“El reciclaje en Colombia no funciona por impacto ambiental ni social, funciona si es financieramente viable”, sentenció el consultor. Y explicó con un ejemplo: llenar una tractomula de envases de gaseosa requiere unos 150.000 envases compactados; en cambio, llenar una con pitillos, por su bajo peso y volumen, resulta logísticamente inviable. “¿Se imagina usted una tractomula llena de pitillos?”, cuestionó.
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La ley 2232: bien intencionada pero difícil de aplicar
Morales también se refirió a la Ley 2232 de 2022, la cual busca reducir progresivamente el uso de plásticos de un solo uso en el país, la cual cumplió un año de haber entrado en vigencia. Aunque reconoció su intención y su impacto desde el diseño de los productos, criticó que la norma no haya tenido una implementación efectiva desde el consumo ni desde el reciclaje.
“El impacto real está en el diseño del producto, pero el reciclador no puede con elementos como cucharitas, bolsas pequeñas o vasos de confeti. No son económicamente sostenibles”, explicó.
Como ejemplo de la débil implementación, Morales recordó cómo cuando entró en vigencia la norma, muchos tenderos guardaron los rollos de bolsas plásticas, pero 15 días después los volvieron a sacar ante la ausencia de controles por parte de autoridades como la Policía Ambiental o las inspecciones de policía.
Cambio cultural: lento pero visible
A pesar de las dificultades, el consultor de Asorecu reconoce que ha habido cambios culturales importantes, sobre todo en sectores organizados como almacenes de cadena, donde los clientes llevan su propia bolsa o adquieren las que son reciclables. Igualmente, en algunas cafeterías se ha sustituido el plástico por materiales más sostenibles como cartón o madera.
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“Un año es muy poco tiempo para medir el impacto de la ley, pero sí se nota un cambio en la conciencia de las personas. Ya se ve gente diciendo ‘no’ al pitillo, ya se ven más bolsas reutilizables en la calle. Pero pasar de ahí a una implementación efectiva es un desafío grande”, subrayó Morales.
Dos mensajes para los cucuteños
Al cierre, el consultor dejó dos mensajes claves para los ciudadanos en su rol como consumidores:
1. Rechazar lo que no se necesita. Si no requiere un pitillo, no lo acepte. Si no necesita dos bolsas, no las pida.
2. Separar los residuos en casa. “Donde una madre cucuteña guinda una bolsa para la basura, que guinde dos. En una lo que se pudre, y en la otra lo que no”.
Morales concluyó que si bien la ciudad ha dado pasos hacia una cultura de reciclaje, el camino aún es largo y requiere del compromiso real de ciudadanos, empresas y autoridades para lograr una transformación sostenible.