Los aficionados que estaban en las graderías de la cancha central del Melbourne Park se abrazaban y coreaban “ole, ole, ole, Nole, Nole”, como si estuvieran en un partido de la Copa Davis o como si Djokovic fuera un futbolista, mientras que los que estaban afuera, viendo el juego en pantalla gigante, lloraban, levantaban la bandera de su país y se tapaban el rostro con la misma, para que las cámaras no le poncharan los ojos emocionados.
Ese apoyo fue lo que impulsó a Nole, que se llevó el partido en tres sets con parciales de 6-3, 7-6 y 7-6. Djokovic se sintió como un rey en Asutralia, entre otras cosas porque en ese país está la colonia más grande de serbios fuera de Serbia y con su apoyo hicieron que el tenista se sintiera en casa.
Con el triunfo sobre el griego Stefanos Tsitsipas, Novak alcanzó 22 títulos de Grand Slam e igualó a Rafael Nadal como el tenista que más grandes ha ganado en el circuito ATP. El serbio ha conseguido 10 títulos en Australia, siete en Wimbledon, tres Abiertos de Estados Unidos y dos Roland Garros.
Pero la felicidad de Nole en Melbourne fue completa porque, además del título, también consiguió volver al primer puesto del ranking de la ATP después de varios meses. “Estoy emocionado”, dijo en las declaraciones posteriores al partido, en las que también reconoció el trabajo de Tsitsipas y dio un largo discurso.
Al final, el nombre del serbio volvió a quedar marcado en el trofeo que le dan al campeón del Abierto de Australia. A sus 35 años y entre los vítores de los serbios que lo alentaron en la noche veraniega australiana, Djokovic volvió a ser el campeón que lleva más de una década impresionando al mundo. Esta vez con cabeza y corazón, como él mismo lo dijo cuando terminó el juego, y con una humildad que pocos le conocían: en las 21 veces anteriores que fue campeón, no había llorado como un niño. En Australia sí.
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