Nancy Guerrero Castillo nació en Ocaña y hace veinte años, por esas cosas del destino, terminó vinculada a una de las organizaciones internacionales con mayor trayectoria y reconocimiento en acción médico-humanitaria en el mundo, sin imaginarse que hoy se convertiría en una de sus principales líderes. Hace apenas unas semanas, la nortesantandereana fue nombrada como la nueva directora general de Médicos Sin Fronteras para América del Sur de habla hispana.
Antes, era la responsable de la oficina de la entidad en Latinoamérica, con sede en Colombia.
Aunque se formó como administradora de empresas en la Universidad Francisco de Paula Santander, seccional Ocaña, los temas sociales, humanitarios y de servicio a la comunidad siempre le generaron una profunda sensibilidad.
Reconoce que vivir en una región tan convulsionada como el Catatumbo, en donde el conflicto ha golpeado con tanta intensidad a sus habitantes, la motivó a encarrilarse profesionalmente por una senda en la que pudiera combinar sus dos grandes pasiones. Y si bien hay quienes dicen que la ley de la atracción no existe, en el caso de esta ocañera quedó demostrado que todo es posible y sucede si así se desea.
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Mientras Nancy hacía sus primeros pinitos como administradora en diferentes empresas y le dedicaba sus ratos libres a la labor social y el trabajo con comunidades vulnerables, en 2004 una oportunidad se atravesó en su camino: ser parte de Médicos Sin Fronteras (MSF).
“Se presentó la posibilidad de aplicar a una posición en Médicos Sin Fronteras para un proyecto que tenía como base a Ocaña, para la zona del Catatumbo, pues necesitaban un administrador de empresas que les apoyara todo el tema administrativo, financiero y de recursos humanos. Así fue como inició para mí un proceso que ha sido enriquecedor y maravilloso, porque fue la oportunidad de poner en práctica todos esos conocimientos académicos y mi experiencia laboral, al servicio de una misión social como lo es Médicos Sin Fronteras”, cuenta Nancy Guerrero, en diálogo con La Opinión.
Desde entonces, esta ocañera empezó a edificar una carrera que ha ido en ascenso y que la ha llevado no solo a escalar posiciones al interior de la organización, sino a recorrer el mundo, a retarse, pero, sobre todo, como ella misma lo admite, a “reconocerse humana”.
De Ocaña para el mundo
En su propio municipio, Nancy Guerrero Castillo comenzó como administradora de un proyecto que Médicos Sin Fronteras iba a implementar en la región del Catatumbo y posteriormente se trasladó a Tibú para estar más cerca de las poblaciones a intervenir y apoyar las diferentes actividades que se pondrían en marcha en la zona.
Su buen desempeño, su iniciativa, pero sobre todo su vocación humanitaria la llevaron a continuar vinculada a la organización internacional y es así como terminó en Bogotá, trabajando en la oficina principal de MSF en el país.
“Me pidieron pasarme a esta oficina principal en Bogotá, a trabajar en la coordinación financiera. Allí estuve unos años más y luego empecé a hacer el proceso de lo que se conoce hoy en Médicos Sin Fronteras como personal móvil internacional, que es ese grupo de profesionales que puede ir a un país y a otro en donde la organización tiene operaciones alrededor del mundo, que son más de 70 países”, relata. Fue así como llegó a Nepal, en Asia, en donde tuvo su primera misión o exposición a nivel internacional como coordinadora de recursos humanos y de finanzas. De ahí dio el salto a Sri Lanka y posteriormente a África.
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“Fueron misiones más de emergencia, como atención a temas de desnutrición muy fuertes en las comunidades. Estuve en el sur de Etiopía, la región de Somalia, Sur Sudán, que también tuvo una crisis humanitaria por cuenta de los conflictos internos con otros países”, recuerda la ocañera.
Sin embargo, después de una enriquecedora, pero también aleccionadora experiencia en estos países, Guerrero tuvo la oportunidad de trasladarse a México, en donde permaneció alrededor de un año y medio. Estando allí le ofrecieron la posibilidad de regresar a Colombia para asumir tareas de coordinación.
Por decisión propia, en 2018 decidió hacer una pausa en Médicos Sin Fronteras, pero continuó vinculada con temas humanitarios. El año pasado, sin embargo, regresó a la organización y asumió como responsable de la oficina institucional de MSF en Latinoamérica, en donde su principal misión fue trabajar para fortalecer la imagen de la organización entre la población colombiana, posicionarla más y construir apoyo social alrededor de la labor que cumplen.
Este año, después de pasar por el respectivo proceso de selección, Nancy Guerrero escaló un peldaño más al interior de la entidad y fue así como llegó a la dirección general en Suramérica de Médicos Sin Fronteras, con injerencia en Colombia, Argentina y Uruguay.
‘Un honor, un privilegio’
Al conversar con Nancy, es evidente la emoción que la embarga al confirmar que una hija de una región tan olvidada, golpeada y abandonada como el Catatumbo, esté hoy en una posición destacada.
“Es un honor y es un privilegio. Estoy muy agradecida con la vida, con todo el proceso. Esta es una gran oportunidad porque es una posición de liderazgo, efectivamente, en la que se puede influenciar en las decisiones que se toman. Médicos Sin Fronteras es un movimiento global bastante complejo, decimos al interior de lo que somos, pero pues en esta posición yo tengo la oportunidad de estar allí en esas plataformas donde se toman decisiones, no solo a nivel de Latinoamérica, sino para todo el movimiento internacional y eso me ayuda a tener una visión más estratégica”, admite.
Dice que, aunque el trabajo que desempeña lo hace por vocación y por su entrega con las causas humanitarias, lo cual la ha llevado a sentirse durante todo este tiempo muy conectada con el proyecto de MSF, estar allí también ha representado para su vida un crecimiento personal, oportunidades y la construcción de capacidades individuales.
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“Me siento muy honrada de poder aportar desde ese camino que he recorrido, desde las lecciones aprendidas, desde los desaciertos y aciertos, a seguir construyendo esta organización para el beneficio de las personas más vulnerables del mundo”, expresa Guerrero.
Y si bien estos casi 20 años de recorrido en el terreno de lo humanitario le han dejado grandes satisfacciones, reconoce que también ha tenido momentos de debilidad que la han llevado a replantearse la misión que cumple o por lo menos a hacer un alto temporal en el camino.
En ese sentido, recuerda que en alguna oportunidad, en uno de los lugares donde estuvo desempeñándose como coordinadora de recursos humanos de la organización, tuvo que enfrentarse a la realidad de las sociedades dominadas por hombres, en las que el ejercicio del liderazgo a cargo de una mujer como el que ella tenía que cumplir no era bien visto.
En un principio, admite que este escenario se tornó complejo, intimidante y hasta desafiante, pero finalmente logró sacar su labor adelante y fue mucho más lo que pudo aprender de esa experiencia.
Sin embargo, dice que también se ha enfrentado a momentos complejos y muy fuertes, como ver niños y niñas llegar a los hospitales a punto de morir, sin que ya se pudiera hacer nada por ellos, pese a que también fueron muchas las vidas que vio salvar, gracias a la labor que desarrolla el personal de la organización.
“Tuve una experiencia en la que me sentí sobrepasada desde el punto de vista mental, sobre todo en temas de seguridad y en ese momento, por ejemplo, pedí que me buscaran un reemplazo, poder salir y volver a mi casa”, recuerda. No obstante, es esto lo que más valora de su trabajo, pues insiste en que lo mejor para ella hasta ahora es esa posibilidad “de reconocerme humana”.
Atención al Catatumbo
La ocañera que hoy está al frente de la dirección general de Médicos Sin Fronteras en América del Sur asegura que esta organización nunca ha dejado de trabajar por llevar asistencia humanitaria al Catatumbo y que confía en que se pueda seguir manteniendo un diálogo en el territorio para fortalecer todas las atenciones comunitarias, pero especialmente en lo que respecta a la salud física y mental de las comunidades.
“Los ojos de Médicos Sin Fronteras han estado siempre en las comunidades más vulnerables. En la zona del Catatumbo, hasta principios de este año estuvimos allí presentes. Sin embargo, como los contextos también son muy dinámicos, muy cambiantes, entonces así mismo también nosotros vamos ajustando nuestra forma de intervención. Médicos Sin Fronteras nunca pretende sustituir ni las instituciones del Estado ni ninguna otra organización que esté ya dando respuesta a las necesidades médicos humanitarias que haya”, asegura.
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