Edwin Hernando Solano Araque es un pamplonés que triunfa en Francia, a 8.000 kilómetros de distancia de su familia. Tiene 29 años y es ingeniero mecatrónico, ingeniero de concepción con maestría en propulsión y doctorado en energía y control. Además de manejar el inglés y el francés, es un genio en su materia dejando en alto el nombre de Colombia y Norte de Santander.
Las personas más orgullosas, sin duda alguna, son sus padres, su her- mana mayor y amigos. El amor por el conocimiento, inculcado desde niño por su mamá, llevó a Edwin Hernando a alcanzar el éxito en Francia, un país donde completó su formación académica y le abrió un mundo de posibilidades laborales y de vida.
Este pamplonés, nacido en 1992, de niño sufrió varias afectaciones de salud, como lo recuerda su progenitora Rosaura Araque. Por sus quebrantos iba solo dos días a la escuela y faltaba los otros tres. Pese a ello, en su afán por salir bien en las notas se ponía al día rápidamente y entendía con facilidad las lecciones.
Rosaura, docente de ciencias sociales, siempre aceleró sus procesos y lo inició en la lectura cuando apenas tenía un año de nacido; lo estimulaba con música clásica y para dormir usaba las melodías del pianista francés Richard Clayderman.
En su intención porque aprendiera a temprana edad intentó matricularlo en un jardín cuando tenía dos años y medio, pero su esposo y padre de Edwin, el ingeniero Luis Fernando Solano, se opuso por considerar que era muy apresurado.
Lo de ser pilo para el estudio lo empezó a demostrar desde su paso por el Jardín Infantil Nacional y el colegio Sagrado Corazón de Jesús, regentado por las hermanas Bethlemitas de Pamplona. Fue el mejor bachiller de Norte de Santander, con el puntaje más alto en las pruebas Icfes en 2009, año en que se graduó. Esto le valió el ofrecimiento de becas para varias universidades en Bogotá, pero por consenso familiar decidieron que estudiara en la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB).
Pero sus metas iban mucho más allá y sus objetivos apuntaban a nuevos caminos que le implicaron un gran esfuerzo, lejos de su natal Pamplona.
Salió del país
Mientras trabajaba en el proyecto de grado para optar por el título de ingeniero se le presentó la oportunidad de concursar para una beca que ofrecía la Embajada Francesa, en convenio con Colciencias. Se la ganó, entre 10 estudiantes de ingeniería de sistemas que se presentaron.
Hizo maletas, la mitad cargada de expectativas, y se despidió de sus padres, con el afán arrollador de la juventud por conquistar el mundo. Se fue cuando había terminado el noveno semestre, porque la idea era seguir vinculado a la UNAB, que se encargó del manejo de la beca mediante el programa Jóvenes Ingenieros.
Su partida fue el 5 de septiembre de 2014 y se radicó en Orleans. Allí empezó a estudiar en la escuela de ingeniería del Polytech, buscando la doble titulación.
En noviembre de 2014 le llegó la noticia de que había obtenido el mejor puntaje de ingeniería mecatrónica en los exámenes de Estado de Calidad de la Educación Superior, Saber Pro que había presentado ante el Icfes en 2013. En esa oportunidad, su mamá fue la encargada de ir a recibir el reconocimiento en Bogotá, el 20 de diciembre de 2014.
“Dios le tenía preparado el camino, porque todo le salió conforme”, recuerda Rosaura sobre aquel despegar, a toda propulsión, en la vida de su hijo.
Llegó a Renault
Para Edwin Hernando esto era solo el comienzo, el abrebocas de una gran aventura llena de éxitos y realizaciones. Estando en el Polytech, haciendo la doble titulación, estudió ingeniería de concepción y tuvo la oportunidad de inscribirse en una maestría, razón por la cual se trasladó de Orleans a París. La primera pasantía la hizo en una en Francia.
Pero la vida y su consagración le tenían preparado mucho más. La Renault y la universidad le ofrecieron una beca para cursar un doctorado, a cambio de trabajar tres años con la empresa de automóviles, fabricante de vehículos comerciales y de carreras. En octubre del año pasado terminó los estudios y el 3 de noviembre sustentó la tesis doctoral.
Posteriormente pasó a trabajar con el Instituto Francés del Petróleo, donde hizo la pasantía del doctorado, que culminó el 26 de febrero de 2021.
Con menos de siete años de estadía fuera del país, mucho esfuerzo y dedicación, Edwin Hernando obtuvo el título de doctor en energía y control. Su tesis fue en ergonomía del automóvil y optimización de la conducción automática.
Mucha pasión
Llegar hasta donde está hoy, sin embargo, no ha sido fácil para este flamante doctor. Los primeros meses de su estadía en Francia le resultaron desafiantes, por ser la primera vez que salía de casa. Así mismo, por la barrera del lenguaje que impide hacer amigos, las diferencias culturales y el clima, con temperaturas bajo cero en contraste con el ambiente tropical de Colombia.
En el caso de Francia, ubicada en Europa Occidental, el día puede ir desde las 10:00 de la mañana a las 4:00 de la tarde, lo que psicológicamente es difícil.
“Algo que me ayudó fue el apoyo de mi familia y amigos, a través de mensajes llamadas, las redes sociales. Igualmente, varias personas muy amables acá me ofrecieron su ayuda y eso fue fundamental en momentos en los que quería tirar la toalla. Soy cristiano y la convicción de que Dios me acompaña me permitió resistir cuando no veía cómo seguir adelante. También, el hecho de asistir a una iglesia me dio oportunidades de socializar y conocer nuevas personas”, dice Edwin Hernando.
Al cabo de unos meses, las cosas comenzaron a mejorar y empezó su adaptación al punto de ver las cosas buenas de la experiencia que le estaban presentando. “Y tanto me gustó que decidí quedarme a trabajar acá”, agregó el profesional.
Entre la experiencia adquirida durante el tiempo de vinculación laboral en Francia, destaca que las empresas y la industria en general no le temen a la innovación, siendo esa una de sus fortalezas. Ello, en su concepto, requiere tiempo, esfuerzo, apoyo estatal e involucra un riesgo, que es precisamente la característica que le permite a las empresas ser competitivas.
Una invitación a seguir los sueños
Edwin Hernando invitó a los jóvenes colombianos, y en particular de Norte de Santander, a no tener miedo a soñar y de tomar riesgos por las cosas que crean que valen la pena.
En sus reflexiones va más allá y dice que tampoco pueden creer que porque algo los motiva las cosas van a ser fáciles, porque generalmente es lo contrario.
“Hacer lo que a uno le gusta y lo que le parece importante requiere esfuerzo, constancia, disciplina y la ayuda de muchas personas y de Dios. Es en parte gracias al esfuerzo investido que uno puede realmente apreciar los logros que obtiene”.