Dedicar su vida a Dios, un compromiso y una misión llena de aprendizajes, enfrentan año a año los jóvenes que deciden ingresar a los seminarios mayores de la Iglesia católica con el ideal de convertirse en sacerdotes.
¿Qué tan complejo y a la vez reconfortante podría resultar renunciar a “las asuntos del mundo” para iniciar un camino espiritual? En los seminarios de Norte de Santander aún sigue viva la fe de un selecto número de jóvenes que comienzan con este proceso de formación, el cual toma alrededor de ocho años.
Persistir, confiar y no separarse del amor de Dios, son algunos de los retos que a diario consagran en sus oraciones para descubrir cada día su verdadera vocación sacerdotal y lograr convertirse en aquellos “pescadores de hombres” o “pastores”.
Y aunque siguen existiendo aquellos jóvenes que al terminar sus estudios de bachillerato, toman la decisión de dedicar su vida a Dios existe cierta disminución en la cantidad de personas que demuestran interés por llevar esta vida.
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¿Crisis en el sacerdocio?
El rector del Seminario Mayor San José de Cúcuta, presbítero José María Castro, indicó que a nivel nacional en los seminarios de las diócesis, como en las casas de religiosos, se ha tenido una “baja”que coincidió con la pandemia, cuando muchos se retiraron, lo que dificultó un poco la situación.
“Es a nivel universal. También en Cúcuta podríamos decir que el número de seminaristas se ha mantenido y ha aumentado un poquito porque tenemos dos diócesis que son cercanas a nosotros, la de Tibú y la de Arauca con jóvenes que ahora vienen a formarse acá”, contó.
El sacerdote asegura que el año pasado el seminario en Cúcuta logró tener un grupo de 20 jóvenes, considerándolo como una buena cifra, siendo una de los pocos en tener un conjunto grande, ya que otros lugares podrían tener menos de 10 seminaristas.
Como lo dice el adagio popular: “todo tiempo pasado fue mejor”, sin duda alguna la iglesia también ha vivido cambios, pues en otras épocas -asegura- se lograba alcanzar una cifra mayor y explica que entre las razones para que la juventud no se incline por este camino, podría estar el factor familiar, ya que muchos padres no siembran en sus hijos la vocación sacerdotal y la formación cristiana como una opción.
Otro de los factores también puede ser que ahora se ofrecen muchas más posibilidades para el desarrollo profesional de los jóvenes, aunque señala que el fenómeno migratorio también influye.
“Sabemos que estamos en un contexto de migración, una frontera que ha estado muy ‘caliente’ en estos tiempos y eso hace también que las familias estén golpeadas económicamente. Otro factor es el número de hijos, encontramos familias que tienen uno o dos hijos y los papás buscan sembrar en sus vidas, una realización en otros campos”, sostuvo.
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‘Un llamado de Dios’
Quienes hacen parte de la Arquidiócesis de Nueva Pamplona, diócesis de Cúcuta y Tibú, tienen la posibilidad de formarse como sacerdotes en los seminarios mayores San José de Cúcuta y Santo Tomás de Aquino (Pamplona). Un proceso de varios años de preparación en el campo filosófico, teológico y espiritual.
“Es un llamado de Dios y una respuesta del hombre. El sacerdote es un hombre tomado entre los hombres. No es extraño a la realidad, es un ser humano como los demás que crece en un contexto socio cultural, lo que quiere decir que está sujeto a toda serie de situaciones”, explicó el presbítero Samuel Parada, director del Seminario Mayor Santo Tomás de Aquino.
Este lugar actualmente cuenta con 26 jóvenes que siguen etapas distintas de formación de acuerdo a su proceso y tiempo de ingreso, en el que al año, un promedio de tres a cuatro se ordenan como sacerdotes.
En febrero de 2023 el sacerdote cuenta que ingresaron ocho jóvenes de las distintas parroquias de la Arquidiócesis, cifra similar a la de 2022 cuando ingresaron 7, aunque la religión y las estadísticas no siempre van de la mano, porque no significa que esa misma cantidad sea la que finalice el proceso.
“Ciertamente ha disminuido al menos a nivel general la respuesta de muchos jóvenes a la realidad religiosa”, puntualizó.
Es por eso que entre los retos que ha tenido la Iglesia está el adaptarse a la modernidad para ir en busca de vocaciones, valiéndose de herramientas digitales y tecnologías para acercarse al joven de hoy desde las pastorales.
“Entramos 14 y solo voy yo”
Con gran motivación, Jonieer Joseph Urina Gómez, un joven de 22 años, de un municipio de Pamplona, recuerda aquel momento cuando en 2018 ingresó al seminario mayor.
Un camino que ha llevado durante seis años y en el que se han presentado obstáculos, pero en el que siempre ha sido gratificante el servicio con la comunidad.
Entre ellos, ver partir del seminario a quienes ingresaron al mismo tiempo que él y que decidieron tomar otro rumbo. “Son momentos difíciles porque conmigo entraron 14 jóvenes, de esos solo voy yo (...)”, relató.
Entre los obstáculos con los que se ha enfrentado, y quizá uno de los que más lo mantiene vivo en la fe, ha sido estar lejos de su familia por servir a la comunidad, por lo que también asegura haber encontrado “otro hogar”.
“Uno a veces está lejos de los amigos y de su entorno social, pero también encuentra personas que lo hacen sentir como en el hogar”, señaló.
¿La economía influye?
Aunque podría pensarse que el factor económico y los costos para permanecerse en los seminarios de Norte de Santander podría influir directamente en quienes desean consagrarse a Dios, el director del Seminario Mayor en Pamplona sostuvo que el aporte de los jóvenes corresponde a un 20% de los recursos requeridos. Siendo la Diócesis y el Seminario los encargados de cubrir los demás gastos.
En el caso del seminario Mayor San José de Cúcuta el costo promedio mensual por seminarista es de $1.236.000, del cual ayudados por su familia y amigos, pagan una mensualidad de $470.000, lo que al año serían $5.640.000, cifra que se varía según los seminarios a nivel nacional.
Los seminarios también cuentan con “padrinos”, personas que quieren ayudar a los seminaristas.
Sacerdotes del Catatumbo
La Opinión conversó con el obispo de la Diócesis de Tibú, monseñor Israel Bravo Cortés, para conocer cómo se viven las vocaciones sacerdotales desde esta región que no solo ha estado marcada por la violencia, sino además por la devoción católica.
En los municipios del Catatumbo, las comunidades religiosas hacen promociones sacerdotales con los jóvenes que se acercan a las 18 parroquias de esta Diócesis y los colegios donde la misión es buscar “nuevas generaciones al servicio del evangelio”.
“En todas las esquinas de Colombia hay violencia. En Tibú a veces los jóvenes sienten que es muy largo el proceso del seminario o encuentran otras alternativas, pero siento que están surgiendo vocaciones, de hecho del clero que hay en Tibú, casi todos son de la región. Antes los sacerdotes eran de afuera y los que hay, son nacidos en el territorio”, relató.
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Para monseñor Bravo, hoy más que hablar de una crisis de vocaciones, se trata de una crisis de las familias, donde hay hogares que solo tienen un hijo y difícilmente desean que dedique su vida al sacerdocio. También reconoce que hubo un tiempo donde la Iglesia no hacía tanta promoción vocacional, pero hoy todas las diócesis y comunidades tienen ese trabajo de búsqueda en el que “muchos son los llamados y pocos los escogidos”.
La diócesis de Tibú cuenta en la actualidad con 8 jóvenes en el seminario mayor de Cúcuta.
Etapas para convertirse en sacerdotes
Propedéutico (1 año) : periodo introductorio para hacer un proceso de discernimiento
Etapa discipular (3 años): estudio con énfasis en filosofía, consolidar su pensamiento, pensar y reconocerse.
Etapa configuradora y año pastoral (4 años): con énfasis en teología, afianzar la fe y las virtudes.
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