Authored by
Estamos a menos de un año de las elecciones legislativas y presidenciales en Colombia, y nunca como ahora, en lo que a presidenciales se refiere, se había visto una contienda salpicada por un fuerte ingrediente ideológico, pero no ideológico entre partidos políticos tradicionales que al fin y al cabo una vez conseguido el triunfo se olvidaban de sus principios. No. Ideológico desde el punto de vista del establecimiento de un nuevo régimen político, estructura económica y organización social. Es decir, colectividades que buscan establecer un cambio total desde el escritorio, como en los países vecinos, siguiendo las pautas del Foro de Sao Paulo.
El 30 de mayo de 2010 el señor Juan Manuel Santos ganó las presidenciales con 9’004.221 votos de una votación total 14 millones, y la campaña la basó en la política de Seguridad Democrática de su predecesor, pero una vez posesionado de la Jefatura del Estado se olvida de la misma y de su mentor político, hecho que hoy le recriminan muchos de sus copartidarios al ver el caos en el que tiene al país, donde parece ser que la consigna es que todo el mundo haga lo que le plazca. Esa votación, de pronto el mayor guarismo electoral presidencial hasta ese momento, era más que un “mandato claro”, era una orden perentoria, emanada del pueblo, para que el elegido continuara con el programa que lo llevó a la Presidencia. Hizo lo contrario y se embarcó en un proceso de paz donde todo es a escondidas.
Hoy son muchos los colombianos que dudan de la orientación ideológica del presidente Santos, porque piensan que llegó aparentando políticamente lo que no era. Si ello es así, ¿por quién votar en las próximas elecciones presidenciales? Porque parece ser que todos –los que están y los que pretenden el poder- son de la misma cuerda, es decir, contrario a lo que piensa y anhela la generalidad de los colombianos. Ello hará que muchos electores se inclinen por el Puro Centro Democrático que dirige el expresidente Álvaro Uribe Vélez, en añoranza de tiempos idos y mejores por venir. Es decir, la ausencia de claridad política de muchos colombianos hará que en su análisis sólo vean la punta del iceberg y repartan la votación entre el candidato reeleccionista -Juan Manuel Santos- y el pupilo de Uribe Vélez, lo cual es peligroso porque sucedería lo de Bogotá, donde los candidatos de bien –por orgullo- no quisieron unirse y abrieron espacio al despelote petrista en que está el Distrito Capital. ¿Para dónde vamos? Al despeñadero.
Álvaro Uribe Vélez no puede ser candidato presidencial porque la Constitución se lo prohíbe, no debe postularse como congresista porque caería en manos de la Corte Suprema de Justicia que es la que investiga y juzga a los miembros del Congreso –y ya sabemos el hambre que le tiene- y no debe postular candidato presidencial propio porque el país corre el riesgo que por la división quienes quieren destruirlo todo se apoderen de él. Respecto a divisiones ahí están los ejemplos de 1930, 1946, 1982 y el citado de Bogotá. El Puro Centro Democratico debe buscar espacios en el Congreso de la República, porque es en el hemiciclo parlamentario donde pueden ejercer un efectivo control político al Príncipe, mucho más efectivo que con comunicados y trinos (Twitter) que lo único que hacen es indisponer al destinatario y nada más.
El 30 de mayo de 2010 el señor Juan Manuel Santos ganó las presidenciales con 9’004.221 votos de una votación total 14 millones, y la campaña la basó en la política de Seguridad Democrática de su predecesor, pero una vez posesionado de la Jefatura del Estado se olvida de la misma y de su mentor político, hecho que hoy le recriminan muchos de sus copartidarios al ver el caos en el que tiene al país, donde parece ser que la consigna es que todo el mundo haga lo que le plazca. Esa votación, de pronto el mayor guarismo electoral presidencial hasta ese momento, era más que un “mandato claro”, era una orden perentoria, emanada del pueblo, para que el elegido continuara con el programa que lo llevó a la Presidencia. Hizo lo contrario y se embarcó en un proceso de paz donde todo es a escondidas.
Hoy son muchos los colombianos que dudan de la orientación ideológica del presidente Santos, porque piensan que llegó aparentando políticamente lo que no era. Si ello es así, ¿por quién votar en las próximas elecciones presidenciales? Porque parece ser que todos –los que están y los que pretenden el poder- son de la misma cuerda, es decir, contrario a lo que piensa y anhela la generalidad de los colombianos. Ello hará que muchos electores se inclinen por el Puro Centro Democrático que dirige el expresidente Álvaro Uribe Vélez, en añoranza de tiempos idos y mejores por venir. Es decir, la ausencia de claridad política de muchos colombianos hará que en su análisis sólo vean la punta del iceberg y repartan la votación entre el candidato reeleccionista -Juan Manuel Santos- y el pupilo de Uribe Vélez, lo cual es peligroso porque sucedería lo de Bogotá, donde los candidatos de bien –por orgullo- no quisieron unirse y abrieron espacio al despelote petrista en que está el Distrito Capital. ¿Para dónde vamos? Al despeñadero.
Álvaro Uribe Vélez no puede ser candidato presidencial porque la Constitución se lo prohíbe, no debe postularse como congresista porque caería en manos de la Corte Suprema de Justicia que es la que investiga y juzga a los miembros del Congreso –y ya sabemos el hambre que le tiene- y no debe postular candidato presidencial propio porque el país corre el riesgo que por la división quienes quieren destruirlo todo se apoderen de él. Respecto a divisiones ahí están los ejemplos de 1930, 1946, 1982 y el citado de Bogotá. El Puro Centro Democratico debe buscar espacios en el Congreso de la República, porque es en el hemiciclo parlamentario donde pueden ejercer un efectivo control político al Príncipe, mucho más efectivo que con comunicados y trinos (Twitter) que lo único que hacen es indisponer al destinatario y nada más.