¡Qué Dios les pague!
Los torrenciales aguaceros del año pasado, los temblores y el abandono por parte de los gobernantes de turno han ocasionado el deterioro del templo con más de 200 años de historia.
El grupo pastoral lidera jornadas cívicas encaminadas a recolectar fondos y reparar las goteras de los techos, en inminente riesgo de caerse.
La vocera comunal, Claudia Patricia Navarro Sanjuán recordó que el obispo de la Diócesis de Ocaña, monseñor Luis Gabriel Ramírez Díaz, ordenó en julio del año pasado el cierre del templo para evitar una tragedia.
“La novena de Navidad la rezamos en el atrio gracias a unas carpas facilitadas por la alcaldía, el pesebre lo hicimos a la entrada y las misas las efectuamos en el salón comunal”, exclamó.
Aseguran que prácticamente están arrimados en las casas vecinas hacia donde llevaron todos los elementos de la iglesia, cáliz, imágenes, libros y sotanas.
“La situación es bastante difícil y lo más triste es que no se puede intervenir sin el aval del Ministerio de Cultura y la Gobernación por tratarse de un patrimonio”, agregó.
Con limosna, rifas y actividades comunales se han recolectado $4.700.000 los cuales servirán para mitigar en parte el problema, ya que se requieren más de $500 millones para arreglar las cubiertas.
El presidente de la Junta de Acción Comunal, Luis Eduardo Díaz solicita a los dirigentes de la región una mirada piadosa hacia el centro poblado convertido en destino turístico de la región. “Aquí llega mucha gente de otras partes y se dirigen primero hacia el templo, pero se encuentran con esa realidad”.
Manifiesta que en los últimos años los gobernantes de turno llegan, miran, prometen y se olvidan. “Necesitamos de las buenas acciones antes que se caiga un templo con tanta historia”.