Poncho Zuleta, uno de los grandes guardianes del vallenato tradicional, sorprendió a sus seguidores al anunciar su retiro definitivo de los escenarios durante una presentación en La Guajira.

La noticia cayó como un golpe de nostalgia entre asistentes y fanáticos en redes, especialmente por la manera en que lo dijo: con la serenidad de quien entiende que su ciclo en tarima llegó a su fin, pero con la gratitud intacta.

“Ya me voy, ya me voy… se me acabó el tiempo. Pero desde el cielo seguiré cantando. A ustedes muchas gracias. La mejor aspirina de mi corazón son los aplausos de ustedes”, expresó frente a un público que trató, en vano, de convencerlo de quedarse un poco más. Los “no… no” se mezclaron con aplausos y lágrimas, mientras él mantenía la decisión firme.

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Zuleta explicó que esta determinación no fue impulsiva. Ya la había conversado con su esposa, sus hijos y sus hermanos, quienes coincidieron en que era el momento de una pausa definitiva.

También recordó a los dos colegas con quienes formó una especie de “trinidad” del vallenato ortodoxo: Diomedes Díaz y Jorge Oñate. “Se murieron los dos y me quedé solo, huérfano, sosteniendo con grandeza la ortodoxia y siendo el guardián del vallenato”, dijo con evidente emoción.

El legado de un juglar

Tomás Alfonso Zuleta Díaz, nacido el 18 de septiembre de 1949 en Villanueva, La Guajira, construyó una carrera que se volvió referente obligado del folclor. Estudió en Villanueva, luego en Valledupar y más tarde en Tunja, donde se graduó como abogado en la Universidad Santo Tomás, lo que le dio el título honorífico de hijo adoptivo de la capital boyacense.

Pero su historia siempre estuvo amarrada al acordeón. Junto a su hermano Emiliano formó Los Hermanos Zuleta, agrupación con la que grabó más de 30 discos y que se convirtió en una de las más influyentes del vallenato clásico. Su presencia en la ceremonia del Nobel de Literatura de Gabriel García Márquez, en 1982, elevó aún más su nombre en la escena internacional.

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Preocupación por la salud de Poncho Zuleta

La despedida de Poncho no solo emocionó a quienes crecieron escuchándolo; también dejó un aire de preocupación entre quienes temen que el vallenato tradicional pierda a uno de sus últimos pilares.

Sin embargo, él insiste en que el legado queda en buenas manos: en sus hijos, en las nuevas generaciones y en el público que ha mantenido vivas sus canciones por más de cinco décadas.

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