

El 2025 apunta a convertirse en uno de los años históricamente más violentos en Norte de Santander. La sangre derramada, el desplazamiento y el confinamiento crudamente lo ratifican, pero como si estuviera el departamento condenado a una atadura con el conflicto, otra masacre sucedió para avisar que el fragor guerrerista continúa imperando.
El eje es el Catatumbo desde donde la guerra que estalló entre el Ejército de Liberación Nacional y la disidencia de las Farc -a mediados de enero- empezó a desbordarse con un explosivo reflejo en el área metropolitana de Cúcuta y un sangriento eco en Ocaña, con la masacre de cinco personas.
Un Eln transformado en agente narcotraficante y máquina de muerte y violador de los derechos humanos y del Derecho Internacional Humanitario debe recibir una contundente respuesta por parte del Estado con una sólida y planificada estrategia militar operativa y de inteligencia.
Todas las alertas previas que fueron desatendidas sobre el desastre humanitario y violento que finalmente se apoderó del territorio catatumbero cobraron mayor vigencia si tenemos presente una amenaza emitida por cabecillas del frente de Guerra Nororiental de que la confrontación armada no se detendrá si siguen llegando tropas de la fuerza pública.
Un mensaje de ese tenor requiere que las Fuerzas Militares desplieguen con todo vigor las acciones ofensivas para la recuperación y control de una zona con más de 40.000 hectáreas de hoja de coca y altamente productora de cocaína que surte a organizaciones criminales transnacionales como los carteles mexicanos de la droga.
En ese aspecto hay que poner igualmente en el radar a Los Pelusos, grupo que también constituye otro factor de violencia en la región al igual que prevenir incursiones de bandas como el Clan de Golfo, puesto que la situación llegaría a tornarse peor de lo que está hoy con 78 homicidios, 56.596 desplazados y 23.817 confinados.
Como dentro del Estado de Conmoción Interior se designó a un jefe militar para la zona, que en este caso es el comandante de la Brigada 30, el general Mario Contreras, la misión que tiene para derrotar a esos enemigos violentos y contener la cruda urbanización de las hostilidades en Ocaña y Cúcuta es una labor de la más extraordinaria importancia porque es resguardar la frontera, salvaguardar del agudo conflicto y terrorismo a los cascos urbanos y devolverle al Estado su capacidad de control del Catatumbo.
Todo lo ocurrido en estas últimas semanas es una degradación de la guerra con crueles hechos como las masacres, la cacería de personas para asesinarlas, los atentados terroristas que sacudieron a Villa del Rosario y la capital nortesantandereana y el desarraigo y confinamiento forzado al que están sometidas más de 80.000 personas en total, que por sí solo es otro lamentable récord.
Este drama imparable nos deja como enseñanza que si el Gobierno nacional se empeña en otro proceso de paz debe trazar una línea roja de inamovibles para que los grupos armados no terminen expandiéndose, fortaleciéndose, armándose hasta los dientes para finalmente atacar de la forma en que lo han hecho en el Catatumbo, traicionando la oportunidad que los colombianos les han dado para buscar la paz nacional.
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