

Vehículos distribuidores de bebidas reducidos a cenizas al ser incendiados. Constantes balaceras con alto número de heridos y finalmente, otra masacre en Cúcuta, ocurrida en la noche del primer domingo de septiembre.
Ese agitado ambiente que se advierte en Norte de Santander y en la ciudad genera varias preguntas para que sean respondidas por las autoridades a las que obviamente se les debe plantear la urgencia de contener esa clase de situaciones generadoras de zozobra.
¿Qué hay detrás de eso? ¿Estamos asistiendo en la ciudad a una lucha entre bandas?
¿Qué grupos al margen de la ley están provocando este ambiente inseguro?
¿De qué manera tienen previsto la Policía y el Ejército sofocar el actuar de los extorsionistas violentos en la región?
En el primero de los hechos todo apunta a que podría tratarse de tácticas delictivas de carácter intimidatorio y de presión con fines extorsivos.
Cuatro camiones atacados en el área metropolitana de Cúcuta, otro en Chinácota y ahora un vehículo de carga más incendiado, en esta ocasión en Sardinata, son muestra de que algo muy grave se esconde.
Los indicios se empezaron a despejar con la captura de dos hombres directamente vinculados al Frente Urbano Reinaldo Ardila Gómez del autodenominado Ejército de Liberación Nacional (Eln).
La lucha contra la extorsión necesariamente tiene que ser fortalecida puesto que se trata de un delito que genera diversos males alternos como son las amenazas, la intimidación, la afectación económica aparte de las acciones de riesgo para la vida de las personas.
Además, se debe tener en cuenta que cuando los extorsionadores utilizan las granadas, la quema de automotores y otras maniobras para atemorizar a sus víctimas, lo que estamos ante organizaciones criminales que no dudan en atentar contra sus víctimas sin ningún miramiento, razón por la cual el Estado con su Fuerza Pública debe responderles operativamente de manera contundente.
La otra preocupación ciudadana en la región se relaciona con diversos hechos de sangre, como la segunda masacre de este año, las balaceras y los constantes homicidios.
Al acercarse la temporada navideña, los habitantes de la capital nortesantandereana confían en que haya resultados en las acciones policíacas y judiciales para confrontar a las bandas del multicrimen y buscar las mejores opciones que permitan comenzar a desarticularlas.
Ante un ambiente cargado de peligrosidad para la seguridad ciudadana es indispensable que las autoridades precisen si es cierto que la ciudad está siendo tomada como un campo de batalla entre organizaciones criminales bien sea por efectos de reacomodo y reconfiguración, por supuesta venganza o por apoderarse de economías ilegales manejadas por otros.
Este es un aspecto sobre el cual debe trabajarse tanto desde el aspecto ofensivo como en el campo del análisis desde el observatorio de seguridad. Contar con insumos estadísticos y evaluativos es igualmente una ayuda fundamental que facilita la toma de decisiones, abre nuevos campos hacia los cuales dirigir las medidas necesarias para ayudar a mejorar los índices de seguridad.
Cúcuta necesita salir de aquél listado de las cincuenta ciudades del mundo y para ello hay que seguir en el empeño de derrotar a la criminalidad, en un esfuerzo en el que también debe tenerse un respaldo efectivo del Gobierno nacional.
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