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Editorial
No quieren ser la tierra del olvido
Nadie entiende por qué razón la UNGRD  sigue sin adelantar las gestiones, inversiones y proyectos para que las familias de esa región nortesantandereana  tengan la atención debida.
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La opinión
La Opinión
Viernes, 5 de Septiembre de 2025

Utilizando el mismo lenguaje presidencial tomado de obras literarias, desde El Tarrita le argumentaron al jefe de Estado, Gustavo Petro que esa región nortesantandereana no quiere ser la tierra del olvido.

Los damnificados están desesperados porque pasa el tiempo y no hay solución alguna para aquella emergencia en que todo lo perdieron cuando el 31 de mayo de 2023 cayeron 550.000 metros cúbicos de lodo en una avalancha que  afectó más de 378.000 metros cuadrados.
Petro debe comprender que no es solo hablar de los Aurelianos o de los Cien Años de Soledad o de las mariposas amarillas de Macondo si a ese florido discurso no le adiciona la necesaria ejecución de lo plateado.

Y ahí estamos escribiendo este  capítulo de la vida regional que supera la ficción, en el que la palabra termina convertida en una semilla inerte debido a la falta de voluntad y de determinación de transformarla en una realidad tangible.

Las hojas del almanaque siguen cayendo marcando el rumbo hacia otro año sin que se les lleven las soluciones esperadas a las familias de la región que no han visto una acción efectiva por parte de la Unidad Nacional de Gestión de Riesgo de Desastres (UNGRD).

Nadie entiende por qué razón la UNGRD  sigue sin adelantar las gestiones, inversiones y proyectos para que las familias de esa región nortesantandereana  tengan la atención debida.

Todos sabemos el momento difícil que atraviesa producto de los hechos de corrupción que la han golpeado, pero la inacción tampoco puede llegar a ser la respuesta frente a casos tan evidentes como el de El Tarrita que ya lleva más de dos años  sin que los habitantes impactados tengan certeza de la manera en que podrá solucionarse esta grave situación que enfrentan.

Incluso, la misma entidad tiene en esta área afectada por el desastre, una oportunidad para demostrarles a los colombianos las capacidades que tiene para, alejada de los males que agobiaron a la UNGRD, emprender y desarrollar los planes de reubicación y reconstrucción de este punto nortesantandereano.

Y la lógica en estos casos en que el Estado no atiende a las regiones lo está sintiendo el país con el bloqueo de la carretera que conduce a la costa Caribe, provocando inconvenientes a los viajeros y al transporte de mercancías, puesto que ahora es necesario tomar  una ruta más larga para poder llegar al lugar de destino.

Hay que buscarle salidas urgentes a este problema con un cronograma que verdaderamente se cumpla en el tiempo y en los presupuestos para que en los próximos 31  de mayo al menos ya sea la maquinaria y los obreros trabajando el panorama que se divise y no la desolada zona con las huellas de aquella inmensa avalancha.

Desde aquí respaldamos a la comunidad que no ha encontrado eco a sus insistentes reclamos. La puerta cerrada no es la respuesta. Es requerido que el Gobierno nacional asuma la responsabilidad, supere este problema de los damnificados y ratifique los compromisos en el área de la vialidad de esa parte de la carretera Ocaña-Cúcuta.


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