La inflación cierra 2022 sobre 13,12 %, la más alta del siglo. Así fue el titular de un medio económico especializado en relación con el comportamiento del índice de precios al consumidor de Colombia que causó extrema preocupación en el país.

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Como si fuera poco, ese comportamiento en los precios de los productos y servicios que componen la canasta familiar nos llevó a ocupar el tercer puesto inflacionario en América Latina.

En el primer lugar se situó Venezuela con el 300%, después Argentina que marcó el 95%, seguidos por Chile que acumuló el 12,8%, México 8,51%, Perú 8,46%, Uruguay 8,29%, Paraguay 8,10% y Bolivia 3,12%.

El panorama tiene visos desalentadores, puesto que nadie se atreve a afirmar que hay una senda despejada para que el panorama mejore, porque ni la misma Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) se atreve a dar un pronóstico concluyente, frente a los nubarrones alcistas en esta parte del continente.

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José Manuel Salazar, secretario ejecutivo de la Cepal, proyecta que para este año se registre una menor inflación, tanto en las economías desarrolladas como en las emergentes, aunque los niveles permanecerán elevados si se compara con la etapa de prepandemia.

En Colombia, los comentaristas  anticipan que el Banco de la República seguirá subiendo las tasas de interés, en su intento por desestimular el consumo, aunque esta medida ya no les está gustando a los industriales, como lo indicara recientemente la Andi.

Al cuestionar si el aumento reiterativo de las tasas es la forma más efectiva de controlar el costo de vida, Bruce Mac Master, presidente de la Asociación Nacional de Industriales, consideró que “el dato de la inflación para 2022 no deja de ser preocupante y sorprendente. Un nivel de 13,12% no lo alcanzábamos desde hace varias décadas. Esta variable afecta especialmente a los hogares más vulnerables”.

Trayendo el problema inflacionario a Cúcuta, hay que decir que esa ‘preocupación’ del dirigente empresarial se multiplica en la región a la enésima potencia porque otra vez nos alzamos con el trofeo inflacionario del año que terminó.

Ese hecho de haber ganado la camiseta inflacionaria llega en el momento menos oportuno porque sin duda el flujo de dólares que empezará a moverse en la zona, por la llegada masiva de venezolanos al reabrirse el tráfico vehicular fronterizo, acarreará que los precios sigan en su escalada alcista tanto en alimentos como en otros productos. Y esto sin incluir la gasolina, que en cualquier momento si se la siguen llevando para Venezuela, podríamos perder los beneficios del subsidio.

Y de lógica eso conllevará a que el incremento del salario mínimo sea absorbido rápidamente por dichos aumentos, que la capacidad de compra de los hogares del área metropolitana se reduzcan y el IPC siga desbordado por ese hecho adicional.

Ya lo dicen los dirigentes locales, que se viene un consumo de los venezolanos que vendrán a adquirir bienes y servicios con dólares, una divisa que tiene mucho más valor, lo cual presionará los precios hacia arriba.

Por lo tanto, habrá que sentarse a analizar esta ‘dolarización de facto’ a la que podría verse empujada la capital de Norte de Santander en caso de registrarse una sostenida y creciente llegada de compradores del vecino país, porque aunque eso generará movimiento y mejora en los ingresos de la economía local, deben buscarse mecanismos para que esto se irrigue hacia la población, cuidando que los cucuteños no sean agobiados por una incontenible inflación alimentada por ese y otros agentes generadores. 

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